(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
103
Amsterdam.
Alex miró el
reloj por enésima vez. Eran más de las once de la noche y Esther aún no había
llegado a casa, estaba preocupada. “¿Dónde te has metido?”, se preguntó
impotente. La facultad cerraba antes de las diez, y Esther nunca se había quedado
en casa de compañeras de clase. Pensar que Esther andaría haciendo tiempo a
saber dónde por no tener que enfrentarse a ella, la estaba matando de
remordimiento y preocupación. Se levantó de su escritorio incapaz de
concentrarse, y salió al comedor dónde estaba Kate.
-
Kate, ¿aún no sabes nada de ella? –le preguntó y
su inquietud era evidente-.
-
Acaba de llamar –le contestó-
-
¡Uf, gracias a Dios! –el alivio se reflejó inmediatamente
en el rostro de Alex. A ella no le había cogido el teléfono, unas veces porque
comunicaba y otras porque estaba apagado o fuera de cobertura-. ¿Y? ¿Dónde
está? ¿Dónde se ha metido todo el día?
-
Se va a quedar a dormir en casa de Meike –le
dijo Kate-.
-
¡¡¿Cómo?!! –la noticia desconcertó a Alex -.
Kate cerró la
carpeta que estaba revisando y la miró.
-
Por lo visto se encontró en el campus con ella,
fueron a tomar algo y Meike le ofreció su piso para quedarse. Claramente está
huyendo de ti –le comunicó Kate-.
-
Eso, eso… ¡es una gilipollez! ¡Somos amigas, por
el amor de Dios! Podemos hablar, no tiene que huir de mí, ni que fuera a
acosarla o algo. ¡Voy a por ella! –estalló Alex nerviosa por la preocupación
que había sufrido al no saber de Esther, y quebrada entre sus sentimientos como
amiga y el anhelo que sentía. El miedo por perderla en ambos sentidos se
extendía por igual en su sangre-.
La mano de Kate
cogiendo su brazo la detuvo cuando iba a salir a vestirse para marcharse. Alex
se giró.
-
No vas a ir a por ella –le dijo Kate suavemente,
aunque en su rostro extrañamente había una rotundidad impertérrita-.
-
Pero… tengo que hacerlo. Debemos hablar, necesito
que entienda que no tiene que huir de mí, que ante todo puedo ser su amiga y
que no va a pasar nada entre nosotras si así lo quiere –le dijo Alex
angustiada-.
-
Crees que puedes ser su amiga, pero ahora mismo no
es cierto, y en el fondo tú también lo sabes. Os quiero, de verdad, tanto a ti
como a Maca, pero mi prioridad es y será Esther… ¡Siempre! –lo quiso dejar
claro Kate, y Alex pudo notar la barrera invisible, y a la vez tangible, que
estaba imponiendo-. Así que no vas a ir a por ella, al menos no esta noche. Sé
que te dije que hablarais, pero está claro que ella necesita estar sola,
procesar, y si ha decidido no volver a casa esta noche debe tener sus motivos.
Si de verdad la quieres, respétala también en eso.
El abatimiento y las ganas de llorar brillaron en los ojos de Alex. Kate
no pudo resistir más aquella postura, y la atrajo hacia sí para abrazarla. Alex
se dejó consumir por sus miedos y lloró entre sus brazos. Kate besó su cabeza
sufriendo por aquellas tres mujeres a las que quería y cuyos caminos enzarzados, las estaba magullando con sus
trampas y espinas.
Amsterdam. Piso de Meike.
-
Sé que has dicho que no tienes hambre, pero no
es bueno irse a dormir con el estómago vacío. Te he preparado un sándwich –le
ofreció Meike-.
Esther cogió el plato que Meike le ofrecía. Se sentía extraña en su
compañía pero también agradecida por su amabilidad.
-
Gracias
-
No hay de qué. ¿Ya has llamado? –se interesó
Meike porque se hubiera reportado. No sabía qué había pasado realmente para que
Esther anduviera vagando por el campus a aquellas horas de la noche, pero sí
sabía que no quería volver a casa y por lo poco que Esther había mencionado,
todo apuntaba a que no quería toparse con Alex-.
-
Sí, saben que me quedaré a dormir aquí –le
contestó Esther-. Gracias por ofrecerme tu casa.
-
No podía dejarte vagabundear por la ciudad,
estaba claro que no querías volver a la tuya –trató de bromear Meike con el
asunto, y entablar conversación con ella. La veía agotada y con muy mala cara.
La verdad es que le preocupaba, se alejaba mucho de la imagen alegre que
conocía-.
-
Es… complicado –contestó Esther. A pesar de
haber hablado con Maca y proponerse solucionarlo, cada vez que pensaba en Alex
algo le hacía retroceder. Sabía que tarde o temprano tendrían que hablar de lo
ocurrido, pero francamente no sabía qué decirle ni se sentía entera para
rechazarla con fuerza-.
Mordisqueó el sándwich sin muchas ganas, con la esperanza de que tener la
boca ocupada no propiciara la conversación que Meike esperaba.
-
Siempre lo es cuando se trata de amor –le dijo
Meike, y viendo que Esther agachaba más la cabeza para seguir comiendo, decidió
aventurarse-. Si te preocupa hablar conmigo de Alex, deberías saber que no hay
nada entre nosotras. Intentamos pasar buenos ratos, pero te garantizo que a
Alex se le da fatal fingir, incluso para sí misma –Meike se rió tras aquello y
Esther por fin la miró a la cara-. Te lleva en el corazón desde hace mucho, era
muy evidente que está enamorada de ti. Nunca hubiera funcionado.
-
Lo… lo siento –se disculpó Esther torpemente-.
-
Jajaja… tranquila, tú no tienes la culpa.
Además, nunca esperé que funcionara, simplemente es que no pude resistirme
cuando la vi allí, en clase. Sigo su trabajo desde hace tiempo y he de admitir
que tenía mucha curiosidad por conocerla en persona, pero cuando la vi de pie,
con aquellos vaqueros y aquella camisa el primer día… -Meike recordó el inicio
de curso-. ¡Vaya! ¡Es que realmente es guapísima! No tenía nada que perder, tenía
que intentarlo.
Esther parpadeó
mientras la miraba. Sorprendida por su sinceridad, pero sobretodo por la
tranquilidad y simplicidad que gobernaban sus actos. Ojalá ella fuera capaz de
dejarse llevar de aquel modo, ya ni recordaba la última vez que había hecho algo por puro instinto. Se
sintió mayor y tan atada de pronto, que volvió a angustiarse. Dejó el sándwich
y se levantó de su silla.
-
¿Estás bien? –le preguntó Meike preocupada-.
-
Hace calor, ¿puedo tomar agua? –Esther anduvo de
un lado para otro, algo mareada-.
-
Espera, tranquila –Meike entendió que Esther
estaba teniendo un ataque de ansiedad-
La acompañó a la
ventana y la abrió para que entrara aire. Esther cerró los ojos y respiró,
mientras Meike cogía una chaquetita y se la ponía por los hombros. Le acarició
la espalda para que se tranquilizara, y Esther agradeció la presencia
silenciosa de aquella mujer.
-
De nuevo, gracias. No sé cómo voy a agradecerte…
-
Shhh… calla, tú sólo respira. Creo que el
sándwich no es suficiente, será mejor que te prepare algo más contundente.
Espérame aquí, y respira –le dijo Meike y salió rumbo a la cocina-.
Esther hizo lo que
le pedía, porque en aquel instante no se sentía capaz de rechistar a nada.
Había dejado a su corazón enamorarse de dos personas, y ahora su razón y su
moral, le pasaban una factura que no sabía cómo zanjar sin que le causara
recargos impagables. A los diez minutos, Meike volvió a su lado, ella ya se
encontraba más tranquila.
-
Ten, cómetelo –le dijo Meike tendiéndole una
especie de galleta extraña-. Está bueno, venga tómatelo, es un remedio casero y
además es dulce, te sentará bien.
Esther dio el
primer mordisco con reticencia, pero la verdad es que estaba bueno, y se comió
despacio aquella galleta mientras seguían asomadas por la ventana. Cuando se la
terminó se sentía mucho mejor, el azúcar le había sentado bien a su cerebro.
-
¿Mejor?
-
La verdad es que sí, ¿qué era?
-
Si te lo dijera, mi abuela me mataría. Es una
receta familiar, por suerte para ti, siempre me manda una caja cuando estoy en
exámenes para que no decaiga –le comentó Meike con una sonrisa-.
-
Pues están de muerte –le contestó Esther y se
atrevió a devolverle la sonrisa-. Gracias.
-
Ufff… como sigas dándome las “gracias”, me va a
dar algo…. Jajaja
-
Jajaja… vale –agradeció Esther que Meike fuera
tan fácil de llevar-.
-
Ven, ahora vamos a la segunda parte de la
reanimación –le dijo Meike y la tomó de la mano para su sorpresa-.
Esther se dejó
hacer, y Meike preparó un par de cubatas ante los que Esther dudó.
-
Jajaja… tranquila, que no te desmayarás con
esto. Anda bebe –le dijo Meike y Esther la imitó cuando bebió de su vaso-.
¿Qué? ¿Qué tal?
-
¡Muy rico! –reconoció Esther con una sonrisa-.
-
Jajaja… sabía que te gustaría, a todas les gusta
–le dijo Meike con un juego de cejas divertido-.
-
O sea, ¿qué esto es tu arma secreta? ¿así las
conquistas? –Esther incluso se atrevió a bromear con ella-.
-
Básicamente… sí -Meike también bromeó, más
aliviada al ver que el color de cara volvía al rostro de Esther-.
Las dos se
sentaron en el sofá, y sin darse cuenta empezaron a hablar sobre la facultad y
las chicas. Inexorablemente, el tema de Alex volvió a la palestra.
-
Debes pensar que soy una zorra insensible por
cómo me estoy comportando con Alex –dijo en un momento de la conversación
Esther-.
-
No pienso que seas una zorra, pero no debiste
besarla. La mataste cuando la besaste –le confesó Meike, Alex y ella habían
hablado mucho últimamente-.
Esther la miró
durante unos segundos.
-
Lo sé –reconoció Esther y agachó la mirada hacia
su vaso mientras jugaba nerviosa con él-, pero yo también me suicidé al hacerlo.
Meike la vio
beberse de un trago el resto que le quedaba tras pronunciar aquellas palabras.
Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, el rostro de Esther había mutado,
distorsionado por lo que no decía. Presa del fuego y del dolor que lo que
sentía por Alex le producía.
-
Quiero a mi novia, nunca debió haber ocurrido
–dijo Esther con remordimiento-. Lo de Alex…. –Esther guardó silencio, le dolía
tanto saber que también tenía sentimientos hacia ella. Pensarlo tan sólo ya era
una asquerosa traición hacia Maca, y aquello la mataba y al mismo tiempo, no
podía negarlo, no podía-.
Se levantó
guardando silencio. Si Alex era mala fingiendo, ella nunca había sabido mentir,
mentirse. Estaba atrapada en su propio infierno.
-
¿Te has enamorado de Alex? –le preguntó Meike de
pronto-.
Esther se
sorprendió por su pregunta directa y se giró a mirarla.
-
No lo sé –le contestó al cabo de un rato encogiéndose
de hombros y rota de pies a cabeza-. ¿Cómo puede colarse alguien en un corazón
qué está lleno? Yo creía que el mío lo estaba por completo, y bastó un par de
cortes para que Alex se colara dentro. Llevo días haciéndome miles de preguntas
cuyas respuestas no parecen suficientes. Si pienso en Maca, se me paraliza el
corazón, ni siquiera soy capaz de imaginar el renunciar a ella sin morirme por
dentro un poco más, –una lágrima se resbaló por su mejilla antes de que se
diera cuenta, y su cuerpo empezó a temblar-. Amo a Maca, de un modo tan
visceral que me duele físicamente, y no entiendo entonces por qué cuando estoy
con Alex y me mira así, como ella sólo me mira, toda mi piel se eriza evocando
el deseo de que me toque –Meike empezó a ver a una Esther que no conocía, y se
sintió mal de haber tomado con ligereza sus sentimientos-. ¿Por qué no puedo
estar ya a solas con Alex sin dejar de pensar en besarla? ¿por qué, maldita
sea, todo tiene que encajar cuando estamos juntas?
Esther no
aguantó más y se desmoronó tras aquello.
Continuará...
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
103
Amsterdam.
Alex miró el
reloj por enésima vez. Eran más de las once de la noche y Esther aún no había
llegado a casa, estaba preocupada. “¿Dónde te has metido?”, se preguntó
impotente. La facultad cerraba antes de las diez, y Esther nunca se había quedado
en casa de compañeras de clase. Pensar que Esther andaría haciendo tiempo a
saber dónde por no tener que enfrentarse a ella, la estaba matando de
remordimiento y preocupación. Se levantó de su escritorio incapaz de
concentrarse, y salió al comedor dónde estaba Kate.
-
Kate, ¿aún no sabes nada de ella? –le preguntó y
su inquietud era evidente-.
-
Acaba de llamar –le contestó-
-
¡Uf, gracias a Dios! –el alivio se reflejó inmediatamente
en el rostro de Alex. A ella no le había cogido el teléfono, unas veces porque
comunicaba y otras porque estaba apagado o fuera de cobertura-. ¿Y? ¿Dónde
está? ¿Dónde se ha metido todo el día?
-
Se va a quedar a dormir en casa de Meike –le
dijo Kate-.
-
¡¡¿Cómo?!! –la noticia desconcertó a Alex -.
Kate cerró la
carpeta que estaba revisando y la miró.
-
Por lo visto se encontró en el campus con ella,
fueron a tomar algo y Meike le ofreció su piso para quedarse. Claramente está
huyendo de ti –le comunicó Kate-.
-
Eso, eso… ¡es una gilipollez! ¡Somos amigas, por
el amor de Dios! Podemos hablar, no tiene que huir de mí, ni que fuera a
acosarla o algo. ¡Voy a por ella! –estalló Alex nerviosa por la preocupación
que había sufrido al no saber de Esther, y quebrada entre sus sentimientos como
amiga y el anhelo que sentía. El miedo por perderla en ambos sentidos se
extendía por igual en su sangre-.
La mano de Kate
cogiendo su brazo la detuvo cuando iba a salir a vestirse para marcharse. Alex
se giró.
-
No vas a ir a por ella –le dijo Kate suavemente,
aunque en su rostro extrañamente había una rotundidad impertérrita-.
-
Pero… tengo que hacerlo. Debemos hablar, necesito
que entienda que no tiene que huir de mí, que ante todo puedo ser su amiga y
que no va a pasar nada entre nosotras si así lo quiere –le dijo Alex
angustiada-.
-
Crees que puedes ser su amiga, pero ahora mismo no
es cierto, y en el fondo tú también lo sabes. Os quiero, de verdad, tanto a ti
como a Maca, pero mi prioridad es y será Esther… ¡Siempre! –lo quiso dejar
claro Kate, y Alex pudo notar la barrera invisible, y a la vez tangible, que
estaba imponiendo-. Así que no vas a ir a por ella, al menos no esta noche. Sé
que te dije que hablarais, pero está claro que ella necesita estar sola,
procesar, y si ha decidido no volver a casa esta noche debe tener sus motivos.
Si de verdad la quieres, respétala también en eso.
El abatimiento y las ganas de llorar brillaron en los ojos de Alex. Kate
no pudo resistir más aquella postura, y la atrajo hacia sí para abrazarla. Alex
se dejó consumir por sus miedos y lloró entre sus brazos. Kate besó su cabeza
sufriendo por aquellas tres mujeres a las que quería y cuyos caminos enzarzados, las estaba magullando con sus
trampas y espinas.
Amsterdam. Piso de Meike.
-
Sé que has dicho que no tienes hambre, pero no
es bueno irse a dormir con el estómago vacío. Te he preparado un sándwich –le
ofreció Meike-.
Esther cogió el plato que Meike le ofrecía. Se sentía extraña en su
compañía pero también agradecida por su amabilidad.
-
Gracias
-
No hay de qué. ¿Ya has llamado? –se interesó
Meike porque se hubiera reportado. No sabía qué había pasado realmente para que
Esther anduviera vagando por el campus a aquellas horas de la noche, pero sí
sabía que no quería volver a casa y por lo poco que Esther había mencionado,
todo apuntaba a que no quería toparse con Alex-.
-
Sí, saben que me quedaré a dormir aquí –le
contestó Esther-. Gracias por ofrecerme tu casa.
-
No podía dejarte vagabundear por la ciudad,
estaba claro que no querías volver a la tuya –trató de bromear Meike con el
asunto, y entablar conversación con ella. La veía agotada y con muy mala cara.
La verdad es que le preocupaba, se alejaba mucho de la imagen alegre que
conocía-.
-
Es… complicado –contestó Esther. A pesar de
haber hablado con Maca y proponerse solucionarlo, cada vez que pensaba en Alex
algo le hacía retroceder. Sabía que tarde o temprano tendrían que hablar de lo
ocurrido, pero francamente no sabía qué decirle ni se sentía entera para
rechazarla con fuerza-.
Mordisqueó el sándwich sin muchas ganas, con la esperanza de que tener la
boca ocupada no propiciara la conversación que Meike esperaba.
-
Siempre lo es cuando se trata de amor –le dijo
Meike, y viendo que Esther agachaba más la cabeza para seguir comiendo, decidió
aventurarse-. Si te preocupa hablar conmigo de Alex, deberías saber que no hay
nada entre nosotras. Intentamos pasar buenos ratos, pero te garantizo que a
Alex se le da fatal fingir, incluso para sí misma –Meike se rió tras aquello y
Esther por fin la miró a la cara-. Te lleva en el corazón desde hace mucho, era
muy evidente que está enamorada de ti. Nunca hubiera funcionado.
-
Lo… lo siento –se disculpó Esther torpemente-.
-
Jajaja… tranquila, tú no tienes la culpa.
Además, nunca esperé que funcionara, simplemente es que no pude resistirme
cuando la vi allí, en clase. Sigo su trabajo desde hace tiempo y he de admitir
que tenía mucha curiosidad por conocerla en persona, pero cuando la vi de pie,
con aquellos vaqueros y aquella camisa el primer día… -Meike recordó el inicio
de curso-. ¡Vaya! ¡Es que realmente es guapísima! No tenía nada que perder, tenía
que intentarlo.
Esther parpadeó
mientras la miraba. Sorprendida por su sinceridad, pero sobretodo por la
tranquilidad y simplicidad que gobernaban sus actos. Ojalá ella fuera capaz de
dejarse llevar de aquel modo, ya ni recordaba la última vez que había hecho algo por puro instinto. Se
sintió mayor y tan atada de pronto, que volvió a angustiarse. Dejó el sándwich
y se levantó de su silla.
-
¿Estás bien? –le preguntó Meike preocupada-.
-
Hace calor, ¿puedo tomar agua? –Esther anduvo de
un lado para otro, algo mareada-.
-
Espera, tranquila –Meike entendió que Esther
estaba teniendo un ataque de ansiedad-
La acompañó a la
ventana y la abrió para que entrara aire. Esther cerró los ojos y respiró,
mientras Meike cogía una chaquetita y se la ponía por los hombros. Le acarició
la espalda para que se tranquilizara, y Esther agradeció la presencia
silenciosa de aquella mujer.
-
De nuevo, gracias. No sé cómo voy a agradecerte…
-
Shhh… calla, tú sólo respira. Creo que el
sándwich no es suficiente, será mejor que te prepare algo más contundente.
Espérame aquí, y respira –le dijo Meike y salió rumbo a la cocina-.
Esther hizo lo que
le pedía, porque en aquel instante no se sentía capaz de rechistar a nada.
Había dejado a su corazón enamorarse de dos personas, y ahora su razón y su
moral, le pasaban una factura que no sabía cómo zanjar sin que le causara
recargos impagables. A los diez minutos, Meike volvió a su lado, ella ya se
encontraba más tranquila.
-
Ten, cómetelo –le dijo Meike tendiéndole una
especie de galleta extraña-. Está bueno, venga tómatelo, es un remedio casero y
además es dulce, te sentará bien.
Esther dio el
primer mordisco con reticencia, pero la verdad es que estaba bueno, y se comió
despacio aquella galleta mientras seguían asomadas por la ventana. Cuando se la
terminó se sentía mucho mejor, el azúcar le había sentado bien a su cerebro.
-
¿Mejor?
-
La verdad es que sí, ¿qué era?
-
Si te lo dijera, mi abuela me mataría. Es una
receta familiar, por suerte para ti, siempre me manda una caja cuando estoy en
exámenes para que no decaiga –le comentó Meike con una sonrisa-.
-
Pues están de muerte –le contestó Esther y se
atrevió a devolverle la sonrisa-. Gracias.
-
Ufff… como sigas dándome las “gracias”, me va a
dar algo…. Jajaja
-
Jajaja… vale –agradeció Esther que Meike fuera
tan fácil de llevar-.
-
Ven, ahora vamos a la segunda parte de la
reanimación –le dijo Meike y la tomó de la mano para su sorpresa-.
Esther se dejó
hacer, y Meike preparó un par de cubatas ante los que Esther dudó.
-
Jajaja… tranquila, que no te desmayarás con
esto. Anda bebe –le dijo Meike y Esther la imitó cuando bebió de su vaso-.
¿Qué? ¿Qué tal?
-
¡Muy rico! –reconoció Esther con una sonrisa-.
-
Jajaja… sabía que te gustaría, a todas les gusta
–le dijo Meike con un juego de cejas divertido-.
-
O sea, ¿qué esto es tu arma secreta? ¿así las
conquistas? –Esther incluso se atrevió a bromear con ella-.
-
Básicamente… sí -Meike también bromeó, más
aliviada al ver que el color de cara volvía al rostro de Esther-.
Las dos se
sentaron en el sofá, y sin darse cuenta empezaron a hablar sobre la facultad y
las chicas. Inexorablemente, el tema de Alex volvió a la palestra.
-
Debes pensar que soy una zorra insensible por
cómo me estoy comportando con Alex –dijo en un momento de la conversación
Esther-.
-
No pienso que seas una zorra, pero no debiste
besarla. La mataste cuando la besaste –le confesó Meike, Alex y ella habían
hablado mucho últimamente-.
Esther la miró
durante unos segundos.
-
Lo sé –reconoció Esther y agachó la mirada hacia
su vaso mientras jugaba nerviosa con él-, pero yo también me suicidé al hacerlo.
Meike la vio
beberse de un trago el resto que le quedaba tras pronunciar aquellas palabras.
Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, el rostro de Esther había mutado,
distorsionado por lo que no decía. Presa del fuego y del dolor que lo que
sentía por Alex le producía.
-
Quiero a mi novia, nunca debió haber ocurrido
–dijo Esther con remordimiento-. Lo de Alex…. –Esther guardó silencio, le dolía
tanto saber que también tenía sentimientos hacia ella. Pensarlo tan sólo ya era
una asquerosa traición hacia Maca, y aquello la mataba y al mismo tiempo, no
podía negarlo, no podía-.
Se levantó
guardando silencio. Si Alex era mala fingiendo, ella nunca había sabido mentir,
mentirse. Estaba atrapada en su propio infierno.
-
¿Te has enamorado de Alex? –le preguntó Meike de
pronto-.
Esther se
sorprendió por su pregunta directa y se giró a mirarla.
-
No lo sé –le contestó al cabo de un rato encogiéndose
de hombros y rota de pies a cabeza-. ¿Cómo puede colarse alguien en un corazón
qué está lleno? Yo creía que el mío lo estaba por completo, y bastó un par de
cortes para que Alex se colara dentro. Llevo días haciéndome miles de preguntas
cuyas respuestas no parecen suficientes. Si pienso en Maca, se me paraliza el
corazón, ni siquiera soy capaz de imaginar el renunciar a ella sin morirme por
dentro un poco más, –una lágrima se resbaló por su mejilla antes de que se
diera cuenta, y su cuerpo empezó a temblar-. Amo a Maca, de un modo tan
visceral que me duele físicamente, y no entiendo entonces por qué cuando estoy
con Alex y me mira así, como ella sólo me mira, toda mi piel se eriza evocando
el deseo de que me toque –Meike empezó a ver a una Esther que no conocía, y se
sintió mal de haber tomado con ligereza sus sentimientos-. ¿Por qué no puedo
estar ya a solas con Alex sin dejar de pensar en besarla? ¿por qué, maldita
sea, todo tiene que encajar cuando estamos juntas?
Esther no
aguantó más y se desmoronó tras aquello.
Continuará...
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