(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
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102
Madrid. Viernes.
Eran algo más de
las siete de la mañana, los primeros rayos de luz empezaban a alzarse visibles
anunciando un nuevo día de trabajo, y la reticencia de dos cuerpos a
despertarse hizo que se acurrucaran aún más bajo las sábanas. Un brazo,
estrechó con fuerza a la otra figura, mientras de un modo natural y cálido
cuatro piernas se enlazaban buscando proximidad y afincamiento. La nariz de
Maca se hundió reacia al inicio de luz en la nuca de Verónica sin tener apenas
conocimiento del hecho. Verónica reaccionó a la leve caricia de su respiración
tirando del cuerpo que la abrazaba hasta sentirse cobijada estrechamente por
él. Pronto el roce produjo temperatura, las cosquillas del aliento acompasado y
caliente de Maca provocaron que Verónica empezara a excitarse presa del sueño y
el estímulo externo. La mano de Maca sobre su estómago comenzó a ganar terreno
a medida que sus cuerpos inapreciablemente empezaron a acariciarse mutuamente.
Las respiraciones ganaron en fuerza. Los labios de Maca se posaron en piel y
Verónica soltó un levísimo jadeo. Las caderas de ambas se estrecharon, y la
mano de Maca trepó hasta la cima de uno de sus senos sin presión ni cadencia.
Una corriente eléctrica estremeció a Verónica al sentir aquel contacto,
haciéndola reaccionar subconscientemente de un modo totalmente opuesto a lo que
hubiera ocurrido despierta. Verónica se presionó contra aquella mano ofreciéndose.
De un modo natural los dedos de Maca acomodaron la delicada montaña que había
al otro lado de la tela hasta abarcar con regocijo su textura. El delicado pezón
se endureció con el suave movimiento, mandando un impulso sofocado a la entrepierna
de Verónica, al mismo tiempo que se contraía su periné. El gemido involuntario
de Vero las hizo respirar a ambas agitadamente, que sobresaltadas despertaron
de golpe a lo que estaba ocurriendo.
-
Oh Dios mío… -Maca se azoró tanto al ver que no
era un sueño, que reculando terminó por caerse de la cama-.
-
Maca, ¿estás bien? –Verónica se asustó al verla
caer-.
Maca se
incorporó de un salto, como si hubiera revotado cual pelota en el suelo.
-
Estoy bien… estoy bien…. ¿y tú? –le preguntó
Maca. Amanecer sobando a Verónica la había dejado completamente fuera de juego
y el pánico se apoderó de ella a medida que se sentía más despierta-. Vero, no
pretendía…. Yo no…
-
Estoy bien, tranquila… lo sé –Verónica se pasó
las manos por la cara y luego por el pelo, reponiéndose de aquel sofoco que la
tenía aún desconcertada. Todo el cuerpo le hormigueaba, y terminó por reírse-.
Maca se le quedó
mirando sorprendida.
-
¿De qué te ríes? –le preguntó, ella estaba
demasiado inquieta para encontrarle la gracia-.
-
Jajaja… de nada, cosas mías –le dijo Vero que se
dejó caer de nuevo de espaldas contra el colchón, asimilando lo ocurrido, lo
que sentía-.
Pasó unos
segundos donde reinó el silencio entre las dos. Luego Verónica miró a Maca, que
seguía allí de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho sin saber muy bien
que decir.
-
¿Te vas a quedar ahí todo el día? –le preguntó
más despierta-.
-
Sí –le contestó Maca. ¿Cómo coño le iba a
explicar aquello a Esther?-.
-
Maca, no ha pasado nada. Si estás pensando en
Esther, no tienes que preocuparte, esto es una tontería. Ni que lo hubieras
hecho a posta –le dijo Verónica-.
-
Claro que no lo he hecho a posta, estaba
dormida, te lo juro –se apresuró a asegurar Maca-.
-
Jajajaj… ya lo sé, tonta, yo también. Anda ven,
déjate de joder… no ha pasado nada –la trató de tranquilizar Verónica por lo
ocurrido-. A ver si ahora nos vamos a comer la cabeza por un tocamiento de
teta, estaría bueno, pues.
Maca se dio
cuenta de que Verónica estaba en lo cierto, aquello había sido completamente
involuntario, no podía culparse por algo así.
-
Tienes razón, es que… joder, me he pegado un
susto de muerte al despertarme y ver… bueno… que te tenía… -Maca quería
disculparse-. Joder, lo siento Vero. Espero no haberte hecho daño.
Maca se había
dado cuenta que justamente el pecho que estaba estimulando era el operado.
-
Jajajaja… ¿daño? –se rió Verónica-. A lo tonto
lo que me has dado es una alegría. Daño es completamente lo opuesto a lo que he
sentido, de ahí mi sonrisa.
-
Me estás diciendo qué…. –Maca abrió los ojos
como platos. Precisamente la incapacidad de Verónica a poder tocarse o dejar
que le tocaran el pecho después del cáncer, era lo que trataba su amiga en
terapia con la psicóloga-
Verónica había avanzado y había empezado a poder mirarse de cara en el
espejo sin sentir rechazo, pero aún se inquietaba cuando pensaba en que alguien
la tocara en aquella zona.
-
¿Qué me he excitado? –acabó la frase Verónica
divertida-. Totalmente.
Verónica se giró hacia ella para mirarla a la cara, Maca se quedó sin
saber bien que decir, la sonrisa de Verónica era insultante e imposible de
refrenar, se contagió de ella.
-
Eso es una buena noticia –le otorgó Maca
finalmente-.
-
Sí, lo es. He sentido hormigueo por todo el
cuerpo, no pensé que volviera a ser posible –le contó Verónica aún pletórica-.
-
Me alegro mucho por ti.
-
Gracias, pero sigues preocupada. ¿Estás pensando
en cómo decírselo a Esther? –le preguntó Verónica, a aquellas alturas era capaz
de leer en Maca como en un libro abierto-. Sabes que esta tontería jamás saldrá
de aquí y no es nada por lo que debas martirizarte, sabes que ha sido
completamente involuntario.
-
Lo sé, pero que haya ocurrido sólo confirma la
postura de Esther a que compartamos piso con una sola cama –le contestó Maca y
ambas se miraron-.
-
Oh, ya veo –Verónica sabía a dónde quería
llegar. Ellas nunca habían sentido esa necesidad de posesión hacia alguien, y
dormir juntas, abrazarse o simplemente que ocurriera lo que acababa de ocurrir
no pasaba de ahí-.
-
Es algo que nunca me hubiera planteado antes,
pero desde que tuvimos la pelea y me explicó sus razones, su recelo, bueno… he
intentado ponerme en su posición y comprendo un poco que no son tanto celos
hacia ti, sino a su deseo de compartir lo cotidiano conmigo. Para Esther es
como si estuvieras llenando ese espacio que para ella es imposible ocupar, y
sabes, pese a no ser celosa la empiezo a entender porque el deseo de tenerla
conmigo, de hacer las cosas sencillas con ella, cada vez es más fuerte y más
doloroso saber que no podemos. El ser humano es tan complejo –pronunció Maca
pensando en voz alta-.
Verónica también se puso como ella mirando al techo. Las dos se quedaron
un rato en la cama pensando. Maca en el cambio que había dado su vida, en todos
los frentes abiertos que se abalanzaban sobre ella y del papel que Esther
representaba en todas aquellas decisiones. Verónica pensó en que pronto se
marcharía. Aún no se lo había dicho a Maca pero en cuanto volviera de Londres
tenía pensado volver a Sevilla, lo único que la retenía allí era su terapia con
la psicóloga y por supuesto, ella.
---
Amsterdam. Ese mismo viernes.
Esther salió de casa, casi de madrugada, rumbo a ninguna parte. No había
podido pegar ojo en toda la noche entre la excitación que sentía, el miedo, la
confusión y por supuesto la culpa que pesaba sobre sus hombros. Cada vez que
pensaba en Maca, algo la apuñalaba internamente. Jamás pensó que algo así,
pudiera ocurrirle a ella. Esther no era una persona que hubiera buscado un
compromiso, ni siquiera había querido o se había planteado enamorarse joven,
sólo quería disfrutar de sus amigos, la pintura, viajar… algo propio de su
edad, sin quebraderos de cabeza que involucraran los sentimientos de otras
personas, y ahora… era infiel. No sólo se había enamorado irremediablemente y
sin esperas de Maca, también empezaba a sentir algo muy fuerte por Alex y no
estaba segura de que sólo se tratara de distancia y deseo. Estaba a punto de
volverse loca, y se encontraba sola en medio de todo aquello. Sólo contaba con
Kate, y el respeto y la diferencia de edad que existía entre ellas, le impedía
mostrarse ante ella como una “niñita” desquiciada con enormes pataletas y
confusión, algo con lo que luchaba, pero que en realidad sentía crecer por
momentos, desesperada por buscar refugio y allanar el camino. Desayunó en un
café, sin ningún objetivo en especial. Simplemente se quedó allí unas horas,
mirando por la ventana con un par de chocolates calientes que mantuvieron sus
manos entretenidas, mientras todo en su interior estaba revuelto. Quería huir,
escapar de aquella pesadilla. No ha Londres ni a cualquier otro lugar
geográfico, sino de sus propios sentimientos confusos y entrelazados, que le
hacían sentirse como una mierda y una mala persona. Su madre no la educó para
ser una persona deshonesta, ¿y si se parecía más a su padre de lo qué pensaba?
Alguien capaz de traicionar, de mentir… de abandonar. Esther sintió unas
nauseas horribles ante aquel pensamiento, y acabó vomitando en el baño del
local. Su lugar en el mundo acababa de desmoronarse por aquel choque frontal
entre sus principios y los sentimientos que tenía hacia dos mujeres. Se estaba
perdiendo a sí misma. Ya no se reconocía ni sabía de lo que era capaz.
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Madrid. Viernes Tarde.
Maca se tomó un descanso para la merienda. Había entrado de guardia a las
doce del medio día y eran casi las siete de la tarde. Por delante le quedaba
una noche movidita y agradecía tener las horas ocupadas, así los días pasaban
más rápido y las ausencias, se hacían hasta llevaderas. Estaba pagando ya su
café cuando su móvil sonó. En cuanto vio que era Esther se asustó, nunca la
llamaba al móvil y menos a esas horas. Lo descolgó sin más.
-
¿Cariño? ¿Ocurre algo? –le preguntó preocupada-.
-
Hola, no, no ocurre nada. Siento llamarte a
estas horas, necesitaba escucharte, sólo eso –le dijo Esther, pero Maca
continuó preocupada. Su voz sonaba baja y grave, como si hubiera llorado-.
Maca apresuró el paso para buscar un sitio más silencioso que la
cafetería.
-
¿Ya estás trabajando? ¿Te he interrumpido?
¿puedes hablar? –le preguntó Esther dándose cuenta de lo extraña que le parecería
a Maca que la llamara de aquel modo-.
-
Sí, tranquila. Estaba comprando un café, estoy
en un descanso. Esther, ¿seguro que estás bien? ¿qué no ha pasado nada? –le
volvió a preguntar Maca-.
-
Sí, estoy bien. Si sé que te vas a preocupar
tanto no te llamo, sólo quería oírte, te echo de menos. ¿Tan raro te parece?
–salió Esther cambiando el tono de voz a uno más alegre para no levantar la
alarma-.
-
No, es sólo que…. ¡Va, déjalo! Tonterías mías….
Yo también te echo de menos princesa. Me alegro de escuchar tu voz, ha sido una
grata sorpresa –bajó la guardia del todo Maca queriendo aprovechar aquellos
minutos con ella-. ¿Y tus clases?
-
No tengo, con eso del cambio de universidad las
horas se me hacen eternas sin tareas –le contestó Esther agradeciendo el cambio
en la conversación-.
-
Bueno, estoy segura que no es para tanto.
Conociéndote estarás pintando como una loca y enredada en miles de cosas. Me
muero por ver tus nuevos trabajos, Kate le dijo a tu madre que habías
progresado mucho. Ni te imaginas lo que presume por el hospital de ti cuando le
preguntan. Está súper orgullosa, y yo también lo estoy –le comentó Maca-.
A Esther se le
hizo un nudo en la garganta. La puñalada había sido doble y no pudo reaccionar.
-
¿Esther? ¿estás? –preguntó Maca pensando que se
había cortado al no escuchar nada al otro lado de la línea-.
-
Sí… -Esther tragó saliva-, es que me estaba
poniendo la chaqueta, me he despegado del teléfono un momento. Perdona.
-
¿Hace frío allí? Aquí está empezando a hacer un
calor que te mueres –le mencionó Maca ajena a todo mientras esquivaba a un par
de compañeros y se sentaba en un rincón para estar a solas con ella-.
-
Bueno, aquí se está bien, pero por la
tarde-noche empieza a refrescar –Esther cerró los ojos, no sabía por qué le costaba
tanto hablar con ella, porqué simplemente no se lo decía-.
“Porque la
quieres, y te da pánico perderla y perder a la persona que eres cuando estás
con ella. Cobarde, estúpida… egoísta”. Se dijo a sí misma en silencio.
-
¿Maca? –su nombre salió de sus labios casi sin
aliento-.
-
¿Sí? –le contestó-.
-
Tengo miedo –le confesó Esther, todo su ser
temblaba-.
-
¿Miedo? ¿de qué? –ya sabía que algo le pasaba,
volvió a preocuparse-. ¿Por qué?
-
A veces pienso que aceptar esta beca fue un
tremendo error, te echo de menos, echo de menos estar allí contigo, mi madre,
mis amigos… todo se ha vuelto cuesta arriba, y tengo miedo de cagarla, de que
nos perdamos en medio de todo esto –soltó Esther a punto del llanto, el corazón
le iba a mil por hora y tenía la sensación constante de estar al filo del
abismo-.
-
¡Oh, cariño, no te pongas así! Me partes en dos
cuando te pones así. Yo también tengo días de bajón en los que lo enviaría todo
a la mierda, pero somos fuertes, podemos con esto y con lo que venga, ¿vale?
–la intentó animar Maca, pero aquello le hizo recordar que pronto tendría que
hablar con ella sobre la beca y el temor también se hizo un hueco en su
interior-. Aguanta un poquito más, yo te prometo que nos veremos antes de lo
que piensas –Maca estuvo a punto de contarle la sorpresa, no soportaba verla
triste, pero se contuvo-. Somos un equipo, ¿prométeme que no te vendrás a bajo
ahora?
-
Sí –Esther no quería que la escuchara llorar,
pero iba a caer de un momento a otro si no colgaba-. Te quiero… muchísimo
–pronunció Esther con los ojos cerrados, deseando que entendiera la sinceridad
de sus palabras pese a la tormenta que ahora mismo habitaba en su interior.
Estaba rota en dos-.
-
Yo también te quiero, ¿estás mejor? –la
impotencia de Maca crecía por momentos al no saber cómo estaba, por no estar
allí para consolarla y velar sus miedos-. ¡Odio no estar allí! ¡Maldita sea!
–estalló finalmente ante el silencio-.
-
Shhh… no te preocupes cariño. Estoy mejor, tú
siempre me haces sentir mejor, es sólo que tengo un día tonto, se me pasará
–mintió Esther, no iba a causarle más daño, a Maca no. Tenía que solucionarlo
ella sola y pronto, aunque no supiera cómo-. Tengo que cortar, ¿trabajas toda
la noche?
-
Sí, no salgo hasta mañana por la mañana –le
contestó-.
-
Bueno, no te preocupes, yo tengo lo de la master
class con Alex y Kate, y creo que luego hay una comida de fin de curso, no sé a
qué hora terminaremos pero supongo que por la tarde estaré en casa para
llamarte. De todas formas, te mandaré mensajes, ¿vale? –le dijo Esther antes de
despedirse de ella-.
-
Acuérdate de que trabajo en el pub por la noche
y que no estaré en casa –le recordó Maca, sus encuentros siempre eran a
destiempo-.
-
Es verdad, no me acordaba. Bueno, no creo que
nos alarguemos tanto en la comida, intentaré estar en casa antes de que te
vayas a trabajar –le dijo Esther-.
-
Esther, no me quedo del todo tranquila –le
confesó Maca, la notaba rara, triste y esquiva-.
-
Sabía que no tenía que llamarte, ahora te dejo
peor –se arrepintió en voz alta Esther-.
-
No seas tonta, me alegro de que me hayas
llamado, es sólo que me preocupo por ti, eso es todo.
-
Estoy bien, en serio. Sólo necesitaba escuchar
tu voz, desahogarme –“y pisar un poco el suelo”, pensó, pero eso no se lo
dijo-.
-
Sabes que puedes contar conmigo siempre, para lo
que sea estoy aquí –le hizo saber Maca-.
-
Dra. Wilson, ya tenemos los resultados de la
niña del box 3 –las interrumpieron de pronto-.
-
Sí, gracias. Ahora voy –Maca maldijo en silencio
estar siempre entre dos fuegos-. Cariño, lo siento…
-
Tienes que colgar, lo sé… yo también, no te
preocupes. Te quiero –le repitió Esther una vez más -.
-
Yo también a ti. Mándame mensajes siempre que
quieras, aunque no los pueda contestar al instante, lo haré en cuanto me lo
permita el trabajo, ¿vale?
-
Vale –le contestó Esther algo más tranquila.
Tenerla era toda una suerte-.
-
Besos, cariño. ¿Estás bien, no? –quiso
asegurarse Maca antes de colgar-.
-
Jaja… que sí, tranquila, besos –Esther tuvo que
reírse al final-.
Con su risa Maca
por fin se quedó más tranquila, y tras un poco más de trueque verbal ambas
colgaron.
Continuará...
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