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La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
58
- ¿Qué haces aquí fuera? -le preguntó Laura
saltando casi del asiento del conductor-.
Esther puso los ojos en blanco, desde que
Laura había asumido el mando durante su convalecencia, se había tomado muy en
serio sus cuidados.
-
Genial, ahora me siento como cuando tenía nueve años. ¿Me pondrá cara a
la pared? -le dijo Esther en voz baja a Maca-.
-
Jajajaja... -Maca no pudo evitar reírse-.
-
Jajaja... auhhh... mierda, no te rías que yo no puedo -le regañó Esther
con una mueca de dolor y risas, pero Maca no pudo obedecerla-.
-
¿Qué es tan gracioso? ¡Porque yo no le veo la gracia por ningún lado!
Aún necesitas reposo, así que a la cama -la regañó Laura llegando a su lado-.
-
¡Sí, señora… lo que usted mande, señora! -le contestó Esther cuadrando
de pronto los hombros-.
Laura se paralizó en un segundo, pues
acababa de ser consciente en aquel gesto, que acababa de dar órdenes a una
superior. Esther pudo ver su sufrimiento y contrariedad en el rostro, así que
dejó de bromear.
-
Tranquila Laura, todo está bien. No me ha molestado, era sólo una broma.
Tienes toda la razón, tendría que estar descansando -le dijo Esther aportándole
la serenidad que Laura necesitaba, aún así la joven no se atrevió a dar el
siguiente paso-.
Esther esbozó una sonrisa para animarla,
pero en el fondo le apenaba que aquellas lecciones de vida en las que habían
sido instruidas fueran tan dura carga para ambas. Se levantó con cuidado de su
asiento, y descansó una mano sobre el hombro de Laura apretándolo suavemente.
-
Acompáñeme, por favor -le dijo Esther tomando de nuevo el mando, pues
sabía que Laura necesitaba volver a sentir que cumplía con su deber y no había
faltado a su código de rangos-.
-
Será un placer, mi comandante -le contestó Laura con respeto-.
Esther volvió a apretar su hombro con cariño
y la siguió al interior de la casa, mientras Eva y Maca miraban la escena
curiosas, y Esther se disculpaba con ellas con una mirada.
Eva permaneció callada en las escaleras.
Maca las siguió con la vista hasta que entraron en casa y luego se dirigió a su
amiga.
-
¿Por qué actuarán de esa forma? -le preguntó, pues con los días, escenas
como esa se habían repetido en alguna ocasión, dejándolas a las dos fuera de
juego-.
-
Para Laura es muy difícil prescindir de esa disciplina, es como su
código de conducta, para ella es imposible romper las normas de respeto hacia
su superior, y más cuando es alguien que admira como es el caso de Esther -le
contestó Eva con un encogimiento de hombros-.
-
Ya, pero es que ya no están en el ejército, y a Esther... -Maca se
mordió el labio deteniendo su hilo de pensamiento pues sabía que Eva lo
emplearía en su contra... otra vez-.
Eva la miró a la espera.
-
Y a Esther, ¿qué? -la apremió Eva-.
-
No, nada...
-
Nada, pero suéltalo... ¿qué ibas a decir?
-
Es sólo que para Esther parece
ser una carga tener que tomar siempre el control, parece tener prohibido
relajarse, siempre tratando de hacer lo correcto para los demás en lugar de lo que
ella quiere. Le hace parecer otra persona, o eso creo -tuvo que completar su
frase Maca un poco dubitativa-.
Eva se le quedó mirando con una
ceja levantada, Maca ya esperaba ese tipo de interrogante lleno de suspicacia calenturienta
que parecía gritarle su amiga, por eso mismo hubiera preferido no decir nada. La
nueva teoría de Eva era que Esther debía haber visto en Maca algo que le había
hecho lanzarse aquella primera vez, lo cual traducido en el lenguaje
magnificado de Eva significaba que Maca estaba loca por Esther, claro.
-
¡No me mires así! -le gruñó Maca incómoda-.
-
No te miro de ningún modo -le contestó Eva con un aire fingido de
inocencia-.
-
Vale, lo que tú digas -refunfuñó Maca poniéndose de pie para marcharse-.
-
Sólo digo que es curioso cómo os
entendéis, ¿no? -no pudo aguantarse Eva-.
Maca se giró hacia ella con rapidez, quería
cortar aquello antes de que volviera a empezar con el temita.
-
No me gusta ni me va a gustar, y por enésima vez, no tenemos ningún
feeling ni nada de toda esa paja mental que te has sacado de la manga -le
espetó Maca entre dientes-. ¡No todos somos gais! ¿vale?
-
¡Valeeeeeeeeeee! -se defendió Eva, pero cuando Maca pensó que la tenía
controlada...- ¡Joder, pues sí que te afecta para no importarte un carajo!
Maca se quedó con la boca desencajada,
mientras Eva se llevaba la última palabra y la dejaba clavada en el porche
mientras se metía en casa.
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El resto del día pareció apaciguarse. Como
ya había previsto Esther, habían llegado noticias desde España, y aunque a Maca
le seguía preocupando no poder tranquilizar a su padre con su paradero, saber
que estaba bien, y que al menos él sabía que ella también lo estaba, le
reconfortaba. Laura le aseguró que cada semana tendrían un reporte de cómo
seguían las cosas, y no paró hasta asegurarse de que Maca entendía lo peligroso
que sería que los suyos tuvieran información sobre ellas, pues por lo visto aún
le preocupaba que aquel encierro la hiciera cometer alguna de sus locuras. Pero
Maca no tenía ninguna intención de dar ningún paso en falso, así que no se
cansó de prometer y reprometer que se portaría bien.
Hacía horas que habían terminado de comer,
cuando Eva y Maca se quedaron sentadas en el sofá viendo la televisión mientras
Laura se encargaba de curar a Esther.
-
¿Se te ha pasado ya el mosqueo? -le preguntó Eva, pues Maca no le había
dirigido la palabra desde aquella mañana-.
-
No -le dijo Maca-.
Eva hizo caso omiso de su refunfuñar, y le
apartó el brazo que tenía cruzado sobre su pecho a forma de barrera. Maca pese
a todo, no se resistió. Dejó que Eva lo alzara, se acurrucara sobre su pecho, y
volviera a colocarlo esta vez rodeándola por los hombros.
-
¿Por qué siempre haces conmigo lo que quieres? -le preguntó Maca, pero
su voz ya no sonaba enfadada aunque quisiera-.
-
Porque me amas secretamente -le dijo Eva-.
-
¡Joder Eva!... -se volvió a mosquear Maca y trató de apartarla-.
-
Que nooooo... que noooo.... Valeeeeeeeeeee, no lo hago más. Sólo
bromeaba, en serio -se disculpó Eva esta vez-.
-
Ya, pero es que últimamente te ha dado por ver a todo el mundo con el
prisma “rosa”, y empieza a cansar un poco. Estoy hasta los huevos de
estar aquí encerrada, y eso que llevamos poco, como encima me vengas jodiendo
me voy a tirar a un pozo, te lo advierto -le dijo Maca, y algo en su voz hizo
que Eva la temiera, pues aquella situación de encierro desde luego no era la
más propicia para los estados de ánimo de su amiga-.
- Ya lo sé, perdona. Tienes razón, no lo
haré más. Es sólo que... -Eva se mordió la lengua-.
-
¿Qué? -le preguntó Maca aún con probabilidades de arrepentirse-.
-
Sé que es una estupidez, y que bueno... que tú estás con Nando, y no
eres gay, pero.... creo que Esther y tú haríais una pareja increíble -le dijo
Eva, y esta vez en su tono no había rastro de cachondeo ni juego-.
-
¡Estás como una cabra! -le dijo Maca al cabo de unos segundos, pues
aquel anhelo que había expresado Eva le había dejado durante un instante
desconcertada-.
-
Jajaja... sí, es más que posible -se rió Eva para quitarle hierro al
asunto-.
-
No nena, nada de posible, es un hecho. ¡Cómo una puta cabra! ...
jajaja... -añadió Maca y se echó a reír con ella, mientras ambas se abrazaban y
volvían a mirar la televisión-.
....
Mientras en la habitación de Esther, Laura
terminó de aplicar el ungüento en el costado de su superiora.
-
Ya apenas hay derrame -dijo Laura un poco cortada, pues aún tenía bien
presente lo ocurrido aquella mañana-.
-
Sí, me duele bastante menos. Algo bueno teníamos que sacar de todo este
trabajo ¿no? -le bromeó Esther haciendo referencia al medicamento experimental
que habían conseguido de una investigación anterior, y que estaba mejorando su
recuperación en menos de la mitad de los días necesarios-.
-
Si -asintió Laura, pero luego procedió a vendarla de nuevo
calladamente-.
Esther se resignó y permaneció en silencio.
-
Comandante... -la llamó Laura-.
-
Esther -la corrigió suavemente ella-.
-
Eso... yo, quisiera disculparme por lo de esta mañana, bajo ningún
concepto debería haberle hablado de ese modo -le dijo Laura avergonzada-.
Esther había estado esperando aquello desde
hacía algunas horas. Suspiró y se giró para mirarla a la cara.
-
Por favor, Laura... déjalo ya. No estamos en el ejército, y yo no soy tu
comandante. Sólo quiero ser tu amiga, y como tal te comportaste. No le des más
vueltas, yo te agradezco muchísimo que me cuides con tanta dirigencia. En serio
-le aseguró Esther, pero en los ojos de Laura había confusión, enorme gratitud,
pero...-.
-
No sé si puedo hacerlo -puso Laura las palabras a la sensación que
Esther había leído en sus ojos-.
-
Lo sé -la tranquilizó Esther dándole un par de golpecitos en la pierna-,
pero no dejaremos de intentarlo, ¿de acuerdo?
-
De acuerdo -le respondió Laura, esta vez correspondiendo a la sonrisa
que Esther le había dedicado-.
Y ambas volvieron a sumirse en el silencio,
mientras Laura terminaba de vendarla con mucho cuidado.
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59
Los días pasaron y la recuperación de Esther
fue en aumento, con lo que se convino cambiar su reposo absoluto, por paseos
moderados y alternancias de sillón. Aquello, contra todo pronóstico, supuso un
cambio sustancial en el ánimo de Maca que pronto comprobó que los días eran más
ligeros ahora que tenía a alguien con quien hablar de aspectos más sustanciales
que el monotema empalagoso de su amiga Eva y su estado de luna de miel con
Laura. A Esther y a Maca les gustaba meterse con ellas, y en ocasiones
bromeaban poniendo diálogos inventados en sus bocas, mientras las veían tontear
a distancia. Reían, hablaban, guardaban silencios nada incómodos, leían y hasta
intercambiaban opiniones sobre trabajo. Esther nunca se cansaba de querer
saber, y a Maca le parecía asombrosa su capacidad de razonamiento ante temas
sobre las que no tenía ninguna formación académica.
-
Entonces, en realidad es como el entramado neurológico ¿no? -se
esforzaba por comprender Esther la explicación que le daba Maca-. Dividiste su
programa central en zonas especializadas y las dotaste a su vez de
subprogramación específica de cada área que luego enlazaste con conexiones de
retroalimentación. Como si pensaras en las áreas senso-motoras del cerebro
humano o algo así.
Maca sonrió complacida.
-
Algo así, sí -convino Maca centrándose todavía en el rostro de Esther,
pues había aprendido que cuando le daba vueltas a algo, se le hacía una arruga
concienzuda pero graciosa en el entrecejo-.
-
¿Pero cómo pudo ELISA derivar a su sistema el recurso eléctrico de casi
una manzana? -terminó por preguntar Esther-.
Maca no había podido averiguarlo con
certeza, dado que los acontecimientos le habían impedido investigar la cuestión
a fondo, pero sí tenía ciertas teorías que parecían ser las correctas.
-
Bueno, no estoy muy segura pero creo que es precisamente por su sistema
de retroalimentación. Quiero decir, que la fuente eléctrica del edificio pasa
por su sistema, como si fuera un cortafuegos. La programé para ello como
sistema de seguridad ante posibles subidas de tensión y ante la posibilidad de
incendio del edificio -le explicó Maca-.
-
Sí, pero para hacer lo que hizo tuvo que asaltar el servidor de
suministro eléctrico de la ciudad y reconducirlo en su beneficio -pensó
acertadamente Esther, y Maca volvió a sonreír. No se le escapaba nada. Hablar
con ella era muy estimulante-.
-
Ahí viene la parte de la retroalimentación. La base de datos de la DMIT está conectada a las
principales potencias de recursos tales como luz, agua... etc... su suministro
de electricidad es distinto al del resto, lo sé porque tuve que hacer un puente
para que no saltaran los sensores de discontinuidad del flujo eléctrico que
alimenta el núcleo central del servidor de la base de datos. ELISA no realiza
una simple copia de lo que ve, sino que aprende de ella gracias a la
programación retroactiva de sus 109 áreas interconectadas, con lo que al darle
la orden recalculó su probabilidad de éxito y recondujo el potencial eléctrico
a su sistema, desconectando los picos eléctricos que hubieran interferido en su
suministro. O al menos, esa es la teoría más válida que tengo -terminó de
explicarle Maca-.
Esther no dijo nada, se quedó callada y
pensativa. Maca esperó a que recolocara la información, pero el semblante de
Esther se puso serio al cabo de unos minutos.
-
¿Qué? -le preguntó Maca-.
-
Nada...
-
No mientas, se te da fatal -le dijo Maca-.
-
¡¡¿Desde cuándo?!! -se hizo la ofendida Esther tratando de distraer su
interés-.
-
Desde que me dejaste acercarme a ti de nuevo -le dijo Maca sin pensar, y
tras ver la cara de sorpresa y luego de remordimiento de Esther se dio cuenta
de que había abierto demasiado la boca-.
- No era nada, sólo estaba
pensando en qué hubiera pasado si ELISA no hubiera realizado ese ajuste en el
sistema. Seguramente no hubieran podido seguir la fuente de alimentación hasta
ti, aunque no creo que eso les hubiera detenido -le dijo Esther-.
-
Ya no merece la pena pensar en eso, lo hecho, hecho está -añadió Maca
que esta vez trató de no mirarla-.
Esther la observó de reojo, había algo que
quería decirle y aún no se había atrevido. Pensó que era el momento.
-
Quiero que sepas que siento mucho haber desaparecido como lo hice. No
fue mi intención alejarte de tí, bueno sí, pero no era por ti... fui yo la que
confundió y entorpeció las cosas -le soltó Esther a bocajarro, y Maca no tuvo
más remedio que mirarla de nuevo aunque no sabía qué decir, estaba...
temblando-. No hay un solo día que no me arrepienta de no haber dado la cara,
no dejo de pensar que quizá, si no me hubiera ido.... no estarías en esta
situación. Que hubiera podido darme cuenta del desasosiego que sentías y a lo
que os condujo a Eva y a ti.
-
Esther... ¡no!... -la detuvo Maca tratando de recomponerse tras aquella
disculpa. Ahora que conocía a Esther, que empezaba a conocerla de verdad, no
podía soportar que también se echara sobre sus espaldas la culpa que sólo ella
tenía por haber asaltado la base de datos de la DMIT-. Lo que hice no
hubieras podido preverlo ni detenerlo, aunque hubieras estado dudo que te
hubiera dejado acercarte lo necesario para tener un atisbo de lo que pretendía.
Eva trató de evitarlo un montón de veces, y aun así, no pudo. ¡Así es como soy,
cómo funciono!
Esther se giró tras aquellas últimas
palabras clavando su mirada en la de Maca. Su sonrisa dulce y comprensiva la
atrapó otra vez.
-
Lo sé -le dijo con simpleza y asentimiento-.
Maca apartó la mirada con vergüenza, no era
la primera vez que sentía que Esther de “verdad” la conocía. Le resultaba muy
extraño.
-
Sólo hay una cosa más por la que quisiera disculparme -añadió Esther
antes de que Maca pudiera reponerse-. Nunca llegué a pedirte disculpas por
besarte, no estuvo bien que me aprovechara de aquel momento de ofuscación
precisamente para anteponer mis sentimientos a los tuyos. ¡Perdona! ¡No quise
ofenderte!
Maca estaba segura de que ahora sí tenía que
tener toda la cara roja.
-
No me ofendiste -acertó a decir pese a todo-.
-
Ohhh sí, ya lo creo que lo hice... -pretendió rescatarla Esther de aquel
momento embarazoso y con una sonrisa torcida la pinchó-. La marca de tu mano en
mi cara durante los tres días siguientes lo confirma.
Maca arrugó la nariz al recordar la bofetada
que estampó en la cara de Esther.
-
¡Se me fue la mano! -admitió Maca-.
-
jajaja... me lo merecía -se rió Esther-.
-
Me pillaste con los soldados en primera fila. ¿A quién se le ocurre
besar a alguien en plena pelea? -le dijo Maca poniendo los ojos en blanco
sumándose al cariz desenfadado que estaba empleando Esther para abordar aquel
tema que tanto le había atormentado por resultarle incómodo-.
-
En eso creo que no tengo toda la culpa, estás muy sexy cuando te enfadas
-le espetó Esther con una sonrisa pícara, que la dejó de pronto cortada-.
¿Estaban aún bromeando?...
-
Anda, vamos o Laura vendrá a tirarme de las orejas, es la hora de la
cura -le dijo Esther antes de que Maca pudiera reaccionar-.
Esther se puso de pie y entró en la casa,
Maca tardó un poco en seguirla aún aturdida por lo que acababa de ocurrir.
Continuará...
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