La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
56
Laura y Eva no tardaron mucho tiempo en regresar. En cuanto lo hicieron,
Maca salió a recibirlas y les contó lo que sucedía. Laura soltó las bolsas y se
encaminó a la habitación de su comandante mientras Eva se quedaba con Maca en
el salón.
-
¿Tan mala pinta tiene? -le preguntó Eva con una mueca solidaria-.
-
Tiene tres costillas rotas, y el hematoma se va poniendo más oscuro por
momentos. Le duele un huevo -le aseguró Maca-.
-
Pues deberíamos llevarla a un hospital o algo, ¿no? -se dijo Eva-.
-
Ja... eso ya se lo he dicho yo, pero es más terca. No quiere de ninguna
de las maneras -le hizo saber Maca-.
-
Mmm... ya... ¿y que has hecho? -le preguntó Eva-
-
Lo único que me ha dejado, reconocerla y untarle una especie de ungüento
casero que tiene para los golpes -le dijo Maca-. Dijo que prefería esperar a
que llegara Laura para que terminara de examinarla antes de vendarse, por lo
visto ellas tienen preparación en estas cosas.
-
Ohhh... vayaaaaaa.... ¿de veras? -alucinó Eva con la idea de imaginar a
Laura en plan médico y luego dibujó en su rostro una sonrisita-. Pues si que me
la he buscado completita al final ¿no? Me parece la mar de sexy, es una mezcla
a lo 007 y House, pero en chica y está mas buena -determinó Eva haciendo un
juego de cejas-.
-
¡Definitivamente has perdido la cabeza! -se desesperó Maca poniendo los
ojos en blanco tras aquel comentario-.
-
Sólo le busco el lado positivo a todo esto -le contestó Eva-.
-
¿Qué es...? -quiso saber Maca, pues ella no veía nada positivo en haber
huido del gobierno, no poder comunicarse con su padre ni con nadie que no
estuviera en aquella cabaña, y tener un futuro oscuro e incierto como perspectiva más cercana-
-
Que por fin tenemos vacaciones -exclamó Eva y Maca se desesperó del
todo-.
-
Por el amor santo, Eva....
-
No, no... en serio. Ya sé que la cosa no pinta nada bien, en fin,
debemos haber cumplido un porrón de infracciones desde que nos metimos en todo
esto, pero lo cierto es que si no fuera por el plan B de Esther y Laura, ahora
la opción sería estar haciendo la maletita para no se sabe dónde ni con quién. Trabajando
para el gobierno en algo que va en contra de tus principios e igualmente
aislada de los que te quieren. Así que puestos a elegir... mira ahí fuera,
montañas, árboles, flores... y mira aquí dentro, estoy yo, tu mejor amiga. Y
allí -añadió señalando hacia el cuarto de Esther-, las únicas tías que te puede
sacar de esto o al menos las únicas que se están jugando el tipo por devolverte
tu vida. Así que, ya sé que esto no son unas vacaciones, y que estás cagada de
miedo, yo también lo estoy, pero nos guste o no estamos aquí y para mí es la
mejor opción. Por eso prefiero mentirme y pensar que estoy de vacaciones con mi
chica y mi mejor amiga, porque si me pongo de veras a pensar que hace menos de
24 horas iba a perderte, te juro que me pongo a llorar y no paro hasta
Navidad... ¿estamos?
Maca la miró sorprendida y agradecida. Eva siempre le hacía sentirse
mejor, y sin lugar a dudas tenerla allí en ese momento, era lo mejor de todo.
Se acercó a ella y la abrazó.
-
Ven aquí tonta -le dijo Maca, pues sabía que estaba luchando por no
echarse a llorar por el pequeño temblor que había detectado en las últimas
palabras de su discurso-.
-
Te quiero un huevo, ¿lo sabes no? -le dijo Eva-.
- Y yo a ti.... lesbiana calenturienta -quiso pincharla Maca para que no
llorara, pues ella se echaría a llorar detrás sin ninguna duda-.
-
Tú no has visto a Laura desnuda, sino me entenderías -le contestó Eva
entre medio de un puchero y una risa-.
-
Aggggg... cállate.... vas a hacer que tenga pensadillas -le respondió Maca
fingiendo un repelús ante la idea-.
-
jaja... ya, ya... seguro...
Y ambas se rieron por sus comentarios.
Cuando Laura apareció en el salón, Maca y Eva ya discutían de otras
cosas.
-
¿Cómo está? -le preguntó Maca-.
-
Bueno, la he visto en peores situaciones, pero buena pinta tampoco
tiene. Le he puesto un apósito con un ungüento que solemos utilizar para estas
cosas y le he hecho un vendaje inmovilizador, para evitar que le duela tanto,
pero tiene que permanecer tumbada unos días. Menos mal que siempre llevamos el
botiquín al completo y que tenemos calmantes de sobra, porque con lo cabezota
que es los va a necesitar. Sino al tiempo -les informó Laura-.
- Entonces, ¿no la llevamos al médico? -le
preguntó Eva-.
-
¡¡¿A Esther?!!... jajaja... Es capaz de liarse a patadas con nosotras
con las costillas rotas y todo si lo intentamos -le aseguró Laura-. No, es
mejor que lo dejemos como está, pero no os preocupéis, estamos preparadas para
estas cosas, yo cuidaré de ella. Le he inyectado un calmante para que duerma,
estaba bastante... dolorida.
-
Sí, eso me pareció -dijo Maca sintiéndose culpable al ver que Laura
había tratado de elegir una forma suave de expresar la inquietud y el mal estar
de Esther-.
-
Se le pasará, lo has hecho muy bien -añadió Laura con suavidad-.
Pero Maca no estaba convencida de aquello,
pues aún podía ver a Esther con los puños apretados, la mirada fija en el techo
e hiperventilando.
.....
“A pesar de ser fuerte, su concentración no
le sirvió de nada. Clavó su mirada en el techo incapaz de atreverse a
encontrarse de nuevo con aquella cara dulce cuyos ojos la miraban atentos, pero
un nuevo roce de aquellas manos nerviosas le gritó que aquello no bastaba,
apretó los puños con rabia, aquello no estaba bien. Pensar en ella de aquella
forma no estaba nada bien. Y aquellas manos seguían trazando la línea de su
costado con gran delicadeza, y el dolor y el deseo la ahogaban haciéndola
hiperventilar en una lucha constante entre el bien y el mal, el aire y la
agonía.
-
Esther...
Su nombre retumbó en sus oídos haciéndole
abrir los ojos de golpe, ni siquiera se había dado cuenta de que los tenía
cerrados. Al ladear la cabez,a Maca aún seguía arrodillada a su lado.
-
Ya he terminado -le anunció aquel ángel de ojos marrones y greñas
desenfadadas en el rostro-.
-
Gracias a Dios -suspiró Esther con alivio y al darse cuenta de que sus
palabras podrían preocupar a Maca volvió a añadir-. Bueno, quiero decir que....
-
Te he entendido -le dijo Maca esbozando una sonrisa divertida y pícara
que la hizo tragar saliva con esfuerzo-. De hecho -su voz cambió al igual que
su proximidad-... ¿No es eso, lo que siempre has querido?
“¿Cómooooo... qué quiere decir?!!!!” el
pensamiento de Esther fue un grito que recorrió su cuerpo con un gran temblor.
Y de pronto una de aquellas manos que tanto
ansiaba y temía por sus efectos, se posó en su cara de asombro reteniéndola, y
aquel rostro de ángel se convirtió en un segundo en el de una mujer seductora
con sonrisa traviesa. El corazón pareció que le estallaba antes si quiera de
que ocurriera lo que veía acercarse. Maca iba a besarla, y ella ya no tenía
fuerzas para debatirse entre el bien y el mal, sólo deseaba....”
-
NOOOO... -gritó de pronto Esther, con un sudor frío recorriéndole el
rostro, mientras su cuerpo ardía en contrapunto-.
Al abrir los ojos de verdad y
ver que estaba a solas, que todo había sido un sueño, se dejó caer de nuevo
sobre la cama con la respiración agitada por el dolor que el sobresalto le
había producido. “Ohhh... Dios mío.... ohhh... Dios mío”, era lo único capaz de
articular Esther mientras se daba cuenta de lo cerca que estaba de la locura
con tan sólo un día de proximidad con Maca. Volver a verla, a escucharla...
sentir su contacto... había provocado en ella un remolino atroz de fantasías y
ansias mal contenidas, que había del todo subestimado. Apartarse de ella la
primera vez había sido un gran error, ahora lo sabía, pues estaba desentrenada
ante sus efectos y la lejanía no había hecho más que incrementar su ansiedad
por querer tenerla cerca.
57
Maca salió a estirar las piernas. Ya habían
pasado cinco días y empezaba a encontrarse realmente inquieta ante la falta de
noticias y aquel estado de pausa en la que se encontraban. El hecho de que Eva
y Laura anduvieran en una especie de luna de miel no la estaba ayudando
tampoco, pues por más que trataba de relajarse y tomarse aquel tiempo con
filosofía para pensar en sus cosas y descansar, la única verdad era que no
sabía estarse quieta y que el mono por tener un ordenador entre sus dedos le causaba
un desasosiego apremiante.
-
¡¡Por Dios... esto me está matando!! -sintió la necesidad de desahogarse
Maca frente a los árboles-.
-
Lo siento -le dijo una voz desde el porche-.
Maca se dio la vuelta con un respingo, pues
no se esperaba a nadie ya que Eva y Laura habían ido al pueblo y Esther seguía
convaleciente en cama, hasta ahora.
-
¿Qué haces levantada? -le preguntó a modo de regañina Maca mientras se
acercaba hasta la casa-.
-
No aguanto más esa cama, y tenía que aprovechar que Laura no está para vigilarme
-le dijo Esther-.
-
Pero estoy yo -le dijo Maca cruzándose de brazos de forma reprobadora
por aquella imprudencia-.
-
Sí, pero vas a ser buena y no te vas a chivar, ¿si? -le dijo Esther
esbozando una sonrisa inmensa y llena de vida, que a Maca la cogió
completamente por sorpresa. Hacía tanto tiempo que no veía aquella jovialidad y
complicidad en ella... desde que... Maca trató de no recordar lo que las había
separado-.
-
Está bien, pero sólo un rato, y luego a la cama -le concedió Maca
bajando la guardia-.
-
Sí, señora. Lo que usted diga -se cachondeó Esther de ella con una gran
sonrisa, que Maca no pudo más que devolverle-. Diosss... que bien se está aquí
fuera.
Esther cerró los ojos y aspiró con cuidado
aquel aire limpio. La mañana estaba clara como el agua de un manantial, no
había nubes, los pájaros y la brisa cantaban, y un sol agradable lo iluminaba
todo. Maca la contempló, contagiándose sin darse cuenta de la armonía que
desprendía y lo sereno de su rostro, por un momento se le antojó que Esther era
una persona distinta a la que conocía. Con aquellos vaqueros enfundados, y
aquella camiseta de tirantes ceñida, el pelo recogido y ni un ápice de peso
sobre sus hombros. Hacía mucho que no la veía así. De pronto una mueca de dolor
enturbió un segundo el rostro de Esther, Maca lo sintió como propio y adelantó
su paso.
-
¿Estás bien? -le preguntó Maca al instante-.
-
Sí, no es nada -se apresuró a quitarle importancia Esther esbozando una
nueva sonrisa, pero se sujetó con fuerza el costado que estaba vendado-. Creo
que no debería pretender aspirar todo el aire de golpe... jaja.. upss...
tampoco debería reírme.
Confesó Esther, volviendo a
sentir una punzada de dolor. Maca la alcanzó en el porche.
-
Déjate de joder, deberías volver a la cama, aún no estás bien -la regañó
Maca, pues se sentía responsable de ella-.
-
Un poco más, ¿vale? -le suplicó Esther de pronto. Maca se quedó clavada
ante su mirada sincera, que de pronto tenía un matiz de angustia-. Me siento
inútil en esa cama -le confesó-.
Maca podía imaginarse como se
sentía Esther, dado que ella también se veía privada del motor que la impulsaba
y suponía que para Esther estar paralizada y de brazos cruzados debía conllevar
la misma carga.
- No te recordaba tan caprichosa -trató de
quitarle hierro Maca a aquel momento, pues por alguna razón no soportaba ver a
Esther en aquel estado-.
-
Será la edad, que me hace chochear ya -entró al trapo Esther, pero al
ver como Maca ponía los ojos en blanco esbozando una mueca divertida de
desaprobación no pudo contener una carcajada-... jajjaja... auuhhhh.... jaja...
upsss... ¡que mal!
-
Anda deja de reír, que te vas a poner peor -la atajó Maca para
aliviarla, dado que la risa y el dolor distorsionaban el rostro de Esther-.
Esther trató de buscar asiento, y Maca no
dudó en rodearla por la cintura para ayudarla a sentarse.
-
Deja que te ayude -le dijo mientras le sujetaba del costado, como Laura
le había enseñado a hacer para ayudarla a ir al baño cuando lo necesitaba-.
Esther no opuso resistencia. Se dejó abrazar
por aquella mujer, conteniendo aquel estremecimiento que poco a poco había
aprendido a disfrutar con los días, y al igual que en el resto de ocasiones, no
pudo evitar cerrar los ojos con placer cuando el olor del cabello de Maca le cosquilleó
la nariz. “Lo sé, tengo una mente sucia y depravada, y arderé en el infierno de
este deseo cuando todo acabe... pero hoy no”, se dijo para sí, pero la verdad
era que empezaba a poder convivir con ello, y no pudo contener la sonrisa que
aquella felicidad momentánea le concedía.
-
¿Mejor? -le preguntó Maca una vez hubo ayudado a Esther a sentarse-.
-
Sí, gracias -le contestó Esther cuyo buen humor no se mitigó tras la
separación de Maca-.
Maca no pudo dejar de mirarla. Algo en ella
la mantenía enganchada.
-
¿Qué? -le preguntó finalmente Esther, tras verla observándola con
extrañeza-.
-
No sé, es que hoy estás.... diferente -le contestó Maca sintiéndose
ridícula de pronto-. Supongo que el aire te está sentando bien.
-
Sí, hace un día maravilloso. Hacía mucho que no disfrutaba de algo así
-le confesó Esther-. No es fácil desconectar de mi trabajo, la verdad.
-
Me lo imagino -aceptó Maca y se sentó a su lado-.
Esther la miró de reojo, pero Maca parecía
querer permanecer en silencio, así que le concedió aquel momento. Ambas se quedaron
mirando la tranquilidad de la mañana, el silencio, y el vaivén de las ramas de
los árboles. Allí no había nada más, y por un instante Maca se sintió a gusto
con ello.
-
¿En qué pensabas cuando te sorprendí esta mañana? -le preguntó de pronto
Esther-.
-
¿eh? -Maca tardó en comprender a qué se refería-. ¡Ah! No era nada, es
sólo que me desesperé por estar aquí tan parada. Me angustia no saber todavía
nada, no poder coger un ordenador... en fin, ya sabes... hacer algo. Sé que
tenemos que esperar, pero para mí no es tarea fácil.
Le contestó Maca, pero a medida que lo decía
se dio cuenta de lo a gusto que hacía apenas un segundo se había sentido en
medio de aquel paréntesis, y le inquietó saber que el único motivo de tal
cambio había sido la presencia de Esther.
-
Sí, me lo imagino. De todos modos, es muy probable que hoy tengamos
noticias -le dijo Esther y Maca se sobresaltó de pronto-.
- ¡¡¿En serio?!! -le preguntó
con ansia-.
-
Mandé un telegrama a una persona de mi confianza, supongo que estará al
llegar su respuesta. No quería dejar desatendido a tu padre -le dijo Esther
haciendo un juego de hombros como para darle un aire informal a aquella
información-.
Maca se quedó helada. Nunca hubiera
imaginado que Esther realmente se preocupara
tanto por ella.
-
Gracias Esther... es... es muy importante para mí, en serio -se lo
agradeció Maca-.
-
No hay de qué, es lo menos que puedo hacer -le dijo Esther, y en seguida
trató de cambiar de tema-.
Sin darse cuenta, ambas emprendieron una
conversación llena de temas, bromas y sin sobresaltos. Todo parecía estar bien,
no había recovecos ni incomodidad entre ellas, simplemente aquel punto afín que
un día, hacía tiempo ya, las hizo entenderse dándose una tregua.
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