La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
54
10 horas más tarde. Las 23:00 horas, en algún lugar de Italia.
Eva se detuvo frente a la puerta del baño, pensando en si ya era el
momento de intervenir en los tiempos de respuesta de su amiga, o si debía
cederle un poco más de espacio. Entonces recordó que llevaba cerca de una hora
encerrada en el baño desde que habían llegado a lo que sería su casa por tiempo
aun no definido, así que tomó aire y llamó:
-
Maca, ¿estás bien? -preguntó con voz dudosa Eva desde el otro lado de la
puerta-.
Maca dejó de mirarse un momento en el espejo para mirar hacia la puerta
cerrada. Se sentía exhausta y confusa, no entendía ni cómo ni por qué le estaba
pasando aquello... todo era... demasiado, sencillamente y sobrecogedoramente,
demasiado.
-
Sí, dame unos minutos... ya salgo -le aseguró Maca, pensando que no
tenía ningún sentido preocuparla más de lo que seguramente ya estaba-.
-
Vale, estaré aquí fuera -le dijo Eva algo más esperanzada-.
Maca agachó la mirada concentrada en el silencio y luego en el ritmo de
los pasos de Eva alejándose de la puerta. Suspiró. Volvió a mirarse en el
espejo, tratando de asimilar que aquella era ella, que aquello le estaba
ocurriendo a ella. Se pasó los dedos por el pelo aún mojado tras el baño, y
volvió a observar en su rostro los estragos que las noches de malos sueños, las
preocupaciones y el cansancio acumulado hasta ese preciso momento, habían
causado. Sí, era la misma persona, aquella era su vida.
“Tras valorar lo aquí expuesto, este consejo concluye que el proyecto
ST-Lar6000 pasa desde este mismo momento a disposición del DMIT , a la que la
empresa Wilson deberá ceder al completo la investigación, así como los derechos
de protección de datos, patentes y prototipos desarrollados. Así pues, y dado
la importancia del proyecto en lo referente a seguridad nacional, se concede al
DMIT a modo tutelar y por un periodo no inferior a dos años ni tampoco superior
a cuatro, la colaboración de la investigadora Macarena Wilson... tiempo que
este consejo considera suficiente para resarcirse del cargo que se le amputa
por atentado informático a una base de datos gubernamental y por posesión de tecnología
no declarada....”
Maca cerró los ojos, aún podía escuchar los golpes del martillo de
madera cuando el presidente del consejo había dado por zanjado el caso.
“De 2 a
4 años” pensó Maca con un escalofrío, casi no podía creerlo. Pero entonces las
imágenes de Esther golpeando a aquella agente en el baño, su huída por las vías
de aire acondicionado hasta la azotea... el cruce que había tenido que realizar
colgada de un alambre hasta el edificio de al lado... la carrera en moto hasta
el punto de encuentro con Laura y Eva... los pasaportes falsos, el embarque y
la llegada a Italia en avión... la camioneta que las estaba esperando, y aquel
trayecto de cuatro horas por carretera hasta aquel lugar inhóspito.... ¡NO!,
¡era real! Le gustara o no, lo entendiera o no, aquello era en lo que se había
convertido su vida y no estaba segura de poder afrontarlo.
Tres golpes en la puerta del baño volvieron a llamar su atención. Maca
se enderezó.
-
Ya salgo -contestó Maca pensando que era Eva-.
Pero al abrir se encontró con Esther.
-
Ah eres tú... pensé que era Eva -dijo Maca reponiéndose de la sorpresa
que le había causado el encontrarse a Esther-.
-
Ella y Laura están ya en la cocina. He preparado la cena -le comunicó
Esther que se ordenó a sí misma el no
apartar la mirada de los ojos de Maca para evitar sentir la turbación que le
había causado en un primer instante encontrársela aún envuelta en albornoz-.
-
No tengo hambre -le contestó Maca, aunque no había tomado bocado desde
la hora del desayuno-.
Los ojos de Esther se suavizaron sin que Maca entendiera bien el motivo.
-
Tienes que comer algo, ve a cambiarte -le dijo Esther con suavidad, y
luego le echó un vistazo para darle a entender que aún no llevaba ropa encima.
Maca pareció no ser consciente de aquel hecho hasta que siguió la mirada de
Esther. Con un gesto se escondió y reciñó el albornoz en torno a su cuerpo-.
Anda ve... mientras, te serviré un poco de sopa y luego podrás dormir. Ha sido
un día demasiado duro.
Maca sólo pudo asentir. Esther le devolvió una tímida sonrisa como
aceptación, y luego le dio la espalda para desaparecer por el pasillo. Maca se
quedó observándola, pensando que quizá lo único bueno en aquella situación era
que tenía a aquella mujer de su lado.
---
El cielo estaba despejado, y multitud de estrellas brillaban en lo alto.
El sonido de los grillos en la noche era el único canto que rompía el silencio
a aquellas horas, y Esther se permitió empezar a relajarse después de un día
tan duro y largo. Miró el reloj, eran cerca de las tres de la mañana... “ya
debe haber hecho efecto” pensó Esther, recordando como Laura y Eva se habían
ido pronto y juntas a la cama tras la cena, y cómo Maca se había retirado
también a su habitación tras tomarse una pastilla para dormir. Estaba claro que
no había querido quedarse a solas con ella. Esther suspiró, lamentando ser la
causa de la incomodidad de Maca, pero ya no podía hacer nada... no podía borrar
que la había besado, ni rebobinar y volver al punto en el que estar juntas no
se convertía en un momento tenso, sino en horas de conversación, risas y
entendimiento. Esther se sonrió por su último pensamiento, “tampoco era que nos
lleváramos tan bien que digamos” se recordó a sí misma, llegándole a la mente
las multitudes de peleas que habían tenido, pero eso a ella no le importaba, le
gustaba que Maca tuviera y defendiera casi a mordiscos sus opiniones, siempre
le había gustado.
Con aquel pensamiento decidió que ya era hora de irse a dormir, y
entonces al levantarse de la tumbona para ir a la cama, los dolores volvieron a
su cuerpo. “Assshhhh.... Mierda”, se lamentó Esther mientras se incorporaba
como buenamente podía. Los golpes que el calor y la adrenalina del momento
habían camuflado, se presentaban ahora nítidos y agudos cortándole la
respiración. Entró en la casa, y cogió un par de bolsas de guisantes del
congelador, luego se encaminó a su habitación. Mientras se desvestía, iba
descubriendo las huellas cada vez más moradas que habían dejado sobre su cuerpo
los golpes de Azucena. Casi rugió al
recordar sus ojos brillantes y encantados por la confrontación, pero se contuvo
pensando que aquella arpía no habría salido mucho mejor parada en la pelea. Se
aplicó el hielo en el costado donde Azucena le había atizado la última patada,
y al hacerlo ahogó un grito... “casi me rompe la costilla, hija de puta”. Masculló
Esther con rabia, y se sentó en la cama mientras esperaba a que el hielo
hiciera su efecto. Cuando terminó, repitió la misma operación en los nudillos
de ambas manos, en las mejillas y en el hombro izquierdo... exhausta, dolorida
y engarrotada, sólo logró alcanzar el bote de calmantes antes de meterse en la
cama y apagar la luz de su cuarto.
Aquel día parecía haber acabado, y ella sucumbía con él.
55
A la mañana siguiente, fue abrir los ojos y saber a ciencia cierta que
estaba bien jodida.
-
Auhh... joderrrr... -se lamentó Esther en cuanto un ligero intento de
incorporarse la hizo caer mareada de dolor sobre la cama-.
Cerró los ojos y se concentró en respirar hasta relajarse y así apartar
el dolor que sentía. Cuando lo tuvo bajo control movió la cabeza en busca del
móvil que estaba sobre la mesita de noche... estiró el brazo y nuevas punzadas
la atravesaron haciéndola sudar por el esfuerzo. Estaba demasiado lejos, era
inútil. Echó un vistazo al reloj, eran las 10.30 de la mañana. La dosis doble
de calmante unida al cansancio acumulado, la había hecho dormir más de lo que
acostumbraba. Se lamentó por ello, quedaban muchas cosas por hacer. Volvió a
intentar incorporarse.
-
auhhhh.... ohhh... mierdaaaaa... -tuvo que rendirse de nuevo,
hiperventilando en la cama-.
Cerró los ojos conteniendo las punzadas agudas que su costado maltrecho
emitía. Le costaba respirar y gotas de sudor perlaron su frente. Estaba tan
concentrada tratando de evitar que dejara de dolerle que no la escuchó entrar.
-
¡Esther! -la llamó Maca desde el umbral de la puerta-.
Esther giró la cabeza rápidamente ante la sorpresa. Maca abrió los ojos
como platos y la expresión dubitativa y tímida que había percibido en su rostro
Esther unos segundos antes, se convirtió en unos pasos decididos y un rostro de
preocupación nada disimulado.
-
¡Dios mío, tienes la cara hinchada y amoratada! -exclamó Maca
acercándose a la cama donde Esther se encontraba-.
Esther se pasó los dedos sobre el rostro, y cayó en la cuenta de que los
moratones debían estar a aquellas alturas hinchados y púrpuras. Sin embargo, no
le dolían salvo que los presionara.
-
Ah, no te preocupes, no me duelen. Supongo que son llamativos, pero no
duelen y en un par de días desaparecerán -Esther se sintió en la obligación de
tranquilizarla, ya tenía demasiadas preocupaciones-.
-
Pues tienes la cara hecha un cuadro. La hija de puta esa te atizó bien
-exclamó con una rabia repentina Maca, lo cual hizo sonreír a Esther-. ¿Qué?
Preguntó Maca aun con el cabreo en el rostro.
-
No, nada... es que me ha hecho gracia volver a verte un poco más, ¡tú!
-confesó Esther-.
Maca la miró interrogante unos segundos, y no tardó en darse cuenta a
qué se refería exactamente Esther con aquel comentario.
-
Aún no sé muy bien cómo me siento ni qué pensar de todo esto -se sinceró
Maca con ella-. Es como si le estuviera pasando a otra persona.
-
Sí, supongo que no es nada fácil de asimilar, pero cómo te dije ayer...
aún nos quedan algunas bazas que jugar -Esther miró a Maca a los ojos,
necesitaba que la creyera y que la disculpara al mismo tiempo-. Va a salir
bien, esta vez no me marcharé ¿vale?
Maca asintió, y luego apartó la mirada viendo que las cosas adquirían
una seriedad que la ponía nerviosa.
-
Bueno, será mejor que te levantes, esta vez me toca a mí prepararte el
desayuno dado que no me fío de que aciertes a hacer tostadas con ese ojo
hinchado -le dijo Maca desenfadada-.
Esther se mordió el labio inferior con un tic nervioso de repente.
-
Mmm... sí, quizá eso sea un problema -Maca alzó una ceja interrogante
tras escuchar aquello-. ¿Le puedes decir
a Laura que venga un momento? -le pidió Esther-.
-
Laura y Eva han ido al pueblo a recoger las provisiones que habías
pedido, ¿no debían haber ido? -le preguntó dubitativa Maca-.
-
Mierda, me había olvidado por completo -se lamentó Esther cayendo en la
cuenta, ahora Laura no podría echarle una mano-. ¡Joder!
Maca la observó suspicaz.
-
¿Qué es lo que pasa Esther? Si hay algo que yo no sepa o no me hayas
dicho por temor a que vuelva a caer en estado autista otra vez, quiero que me
lo digas. ¡Estoy harta de que se me mantenga al margen! -le espetó enfadada de
pronto Maca creyendo que Esther trataba de apartarla de problemas que le
concernían-.
-
Maca, tranquilízate... no es nada de eso, te lo juro -le dijo con voz
suave Esther, gritar le dolía-
Maca volvió a observarla valorando si debía creerla. La creyó.
-
¿Entonces? -le preguntó y al sentarse en un hueco libre del colchón de
Esther para acercarse a ella obtuvo la respuesta a su pregunta-.
-
Aushhh..... jodeeeeeeeeeeeeerrrrrrrr.... -estalló Esther de nuevo
hiperventilando, mientras una nueva ola de dolor se apoderaba de ella debido al
movimiento que el peso de Maca había causado en el colchón-.
Maca se incorporó de un salto por la sorpresa, nunca había visto a
Esther en aquel estado. ¿Qué estaba pasando? Sin pensarlo, cogió las mantas que
cubrían por entero a Esther y se las quitó.
-
¡Santo cielo! -soltó Maca con voz ahogada-.
Se acercó y arrodilló en el suelo para observar de cerca el enorme
morado ensangrentado que cubría el costado derecho de Esther.
-
Grandísima hijaaaa de putaaa... -masculló Maca con ira mientras
reconocía los moratones que la pelea habían causado en el torso, hombro y cara
de aquella mujer. De pronto se sintió inmensamente culpable por ello-. Esto
tiene una pinta horrible -sentenció Maca con preocupación-.
-
Sí, debe tenerl. -Esther habló pero se le notaba que aún le costaba y
que luchaba con el dolor-. Pensé que no me las habría roto, pero me equivoqué.
Eso es lo que pasa cuando peleas con alguien que conoce tus puntos débiles y no
tiene ningún escrúpulo en utilizarlos -dijo Esther en voz alta pensando para sí
misma-.
-
¿Qué quieres decir? -quiso saber Maca-.
-
Caí de una considerable altura en una misión, y me rompí cuatro
costillas, un tobillo y perdí el conocimiento durante 3 días. Azucena era de mi
equipo, y estuvo presente durante mi recuperación, conoce mi expediente médico
-Maca abrió los ojos por el asombro, no podía creerse que...-. Las patadas que
me atizó en el baño, fueron directas hacia la lesión, y por lo visto, consiguió
que funcionara.
-
No se puede ser más ruin... -masculló Maca con desprecio-. Tiene que
verte un médico.
-
¡NO! -la fuerza y rotundidad de la voz de Esther la hizo mirarla
directamente- ¡Nada de médicos!
Maca asintió ante la persuasión y la decisión que vio reflejadas en su
rostro.
-
Entonces al menos, déjame que valore cuántas están rotas -le dijo Maca y
para poder proseguir apartó la mirada concentrándose en el gran derrame-. Hice
varios cursos de primeros auxilios y de enfermería mientras cuidaba de mi madre,
creo que me acordaré de algo.
-
De acuerdo -le concedió Esther, pero al notar sobre su piel dolorida y
desnuda los fríos y suaves dedos de Maca se lamentó en seguida de haberlo
consentido-. ¡Espera!
Maca se detuvo apartando las manos con cuidado y premura. Ambas se
miraron. “Oh, Dios mío.... y ¿qué le digo yo ahora? ¿qué no puede tocarme? ¿qué
en lugar de una persona racional, soy una jodida perra en celo cuando está
delante aunque me duela como su puta m... las costillas?....” , Esther cerró
los ojos, no podía creerse siquiera en lo que estaba pensando, era de locos. Maca
la observaba con temor, era evidente que le había hecho daño sólo con rozar la
lesión, perdiendo con ello la determinación que había sentido momentos antes
creyendo que sus conocimientos podrían ayudarla. “Vale, no eres un animal...
puedes controlarte.... ¡ohh coñooo... si al menos me hubiera puesto la parte de
abajo del pijama joderrrr!.... ¡No! ¡Ya está! Puedes hacerlo, tienes que
hacerlo... es cómo una enfermera, como un médico, no puedes desearla. Venga”,
se concienció Esther antes de poder seguir.
-
Vale, sigue -le dijo Esther de pronto-.
-
¿estás... estás segura? -le preguntó Maca dubitativa-.
-
Sí, pero... -dudó avergonzada-. ¿Podrías taparme de cintura para abajo?,
me estoy quedando helada.
-
Ah... ohhhh.... -Maca se dio cuenta que había dejado a Esther destapada
por completo, se levantó y recogió la sábana, y al cubrirle las piernas fue
entonces consciente por primera vez de su desnudez y de a quien pertenecía
realmente. Apartó la vista instintivamente y con cierto rubor de ella en cuanto
alcanzó la cintura. Luego se volvió a arrodillar a su lado para valorar el
costado-. ¿Lista?
“Qué remedio“, pensó Esther tratando de apartar de su cabeza cualquier
otro pensamiento que no fuera el de la lesión.
-
Sí -contestó-.
-
Vamos allá -dijo Maca con cierto temor-.
A Esther se le puso la piel de gallina en cuanto recibió la primera caricia,
y se lamentó por haber asustado a Maca que ciertamente había pensado que le
había hecho parar porque la presión le causaba dolor y ahora se tomaba aún con
mayor delicadeza el tocarla. Pero pronto, Maca detectó el primer signo de
rotura con los dedos.
-
Joderrrrr!!! -exclamó Esther confirmándolo a la palpación-.
-
Vale, esta está rota -dijo Maca tomando mayor decisión al darse cuenta
de que no había olvidado todo lo que sabía-.
Tanteo la siguiente del mismo modo, hasta que halló de nuevo el reborde
y un abrupto salto en la alineación de la costilla.
-
Coñoooo...... jodeeeeeeeeeeeeerrrrrrrr -escupió Esther retorciéndose-.
-
Lo siento -se disculpó Maca, que perdido el miedo palpaba con más
presión y decisión-. Vamos a la siguiente.
-
No, espera... -la hizo parar Esther-. Dame un segundo ¿quieres?
-
Si claro, perdona -se disculpó Maca por ser tan insensible al dolor de
Esther-.
Permaneció callada a la espera mientras Esther cerraba fuertemente los
ojos, para abrirlos y luego volver a cerrarlos. Al mirarla se dio cuenta de que
su piel traspiraba gotitas de sudor. Sin darse cuenta, se concentró en cómo una
débil gotita descendía por su cuello y luego le caía tranquila en la clavícula.
Le pareció estar contemplando las gotas de la lluvia resbalando por el cristal
de la ventana, como mil veces había hecho de pequeña para tranquilizarse cuando
había tormenta. Pero aquello no era agua de lluvia, y la gota descendió por el
esternón creando un surco desviado que terminó desembocando a dos centímetros
del pezón de Esther. Maca no se daba cuenta de lo que estaba realmente mirando,
le parecía tan natural seguir a aquella gota, que permaneció unida a ella en el
detalle y no en su contexto, hasta que la vio resbalar por la curva voluptuosa
del seno de aquella mujer, para ocultarse luego bajo el pliegue de aquella
pálida, tersa y pequeña pero perfecta montaña de carne.
-
Ya, podemos seguir -le dijo Esther interrumpiendo el viaje de Maca-.
Maca se sobresaltó al escucharla, y en cuanto alzó la vista se encontró
con la mirada serena y divertida de Esther. Maca sintió que se ruborizaba, ¿la
había pillado mirándola?... se preguntó, pero con un gesto de negación de su
cabeza, apartó aquella idea volviendo a concentrarse en lo que importaba. A fin
de cuentas, no la había estado mirando por nada sexual, ¿no?
Continuará....
Pero, pero... Qué es esto? Cómo nos puedes dejar así? Mí gota de sudor imaginándome la escena se ha secado de golpe.
ResponderEliminarAyyy, mira que te gusta hacernos sufrir!!
jajaja... la maldad provocadora es algo que se cultiva con los años. Sorry!
EliminarÁnimo, que la historia sigue y seguro que te recompensa este cortocircuito.
;)