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La empresa de Pedro Wilson, está a punto de sacar al mercado un láser quirúrgico que revolucionará el mundo de la medicina, el cual ha sido creado por una joven prodigio en ingeniería robótica que resulta que además es su hija, Macarena Wilson. Sin embargo, otros intereses ocultos acechan al proyecto y amenazan con cambiar el futuro de Maca para siempre, si finalmente su trabajo sale a la luz en toda su magnitud. Con la amenaza de perder a su hija, Pedro aceptará la contratación de Esther García, una mujer misteriosa que tomará las riendas de la empresa en pro de un único fin, proteger a la joven. Algo que no le será fácil, dado el espíritu rebelde, guerrero y liberar de Maca, que ajena a lo que sucede a su alrededor, verá a Esther como su única amenaza.
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Maca aguantó un poco más en la pista de
baile, pero en cuanto Eva y Laura empezaron a ponerse mimosas prefirió
retirarse a pesar de que la otra alternativa no era más alentadora.
Esther estaba guapísima aquella noche, y
estar a su lado en la cena no había ayudado en nada a calmar el remolino en la
tripa que sentía cuando se veía acunada en el reflejo de sus ojos. Aún podía
sentir el suave calor que aquella mirada había dejado en ella cuando Eva y Maca
habían aparecido en el parking para regresar a casa. Esther la había acariciado
por entero sólo con una mirada, y Maca se había pasado todo el camino de
regreso recordándose los motivos por los que no podía alimentar ese deseo que
percibía en sus ojos. No quería herirla, no quería ser egoísta... dejarse
llevar sería tan fácil, ¿y luego qué? ¿qué pasaría al final de aquel camino
incierto? Sus perspectivas no le parecían nada alentadoras para ser ofrecidas. Aún
no sabía qué pasaría con su vida: ¿conseguirían un trato con el DMIT para
salirse por la tangente? ¿se tendría que incorporar a ellos a pesar de todo lo
que estaban montando?, o peor aún... ¿la detendrían por haber huido? A Maca se
le ocurrían miles de ideas al respecto y ninguna era positiva, ni siquiera
aquella en la que volvía a casa dejando la pesadilla atrás, y tenía que
afrontar el dejar a Fernando, hacerle daño a él tampoco sería agradable, pero
al menos aquella posibilidad le daba una perspectiva de futuro que el resto
descartaba. ¿Qué podía hacer? No lo sabía. Su vida se había vuelto tan
complicada, y sin embargo, por mucho que quisiera volver a atrás, a aquel
momento en el que nada de todo aquello existía... no podía. Cuando miraba hacia
atrás sentía que su vida había transcurrido como una película en blanco y
negro, ¿y ahora?... Ahora veía y pensaba en matices multicolores que la
mantenían con los sentidos despiertos y acuciantes como los de un niño pequeño.
Sólo con que Esther la nombrara, con que la tocara mientras le enseñara nuevos
ejercicios, con que hablaran de todo y de nada; ya era suficiente para
descubrirle nuevas facetas de si misma, la sensación era rara y familiar al
mismo tiempo, y sin embargo no podía dejar de sentirla ni definirla ¡Era tan
absurdo! ¡Estaba tan loca! Pero... ¿qué
iba a hacer? Le importaba Esther y no podía hacerlo, dejarse llevar en aquella
situación era un desatino y no quería, no debía. Así que se repetía los finales
de aquel camino en el que se encontraba para poder resistirse a aquellos ojos
marrones que la desnudaban descaradamente mientras se acercaba hacía donde
estaba sentada Esther.
-
Me acaban de echar de la sesión de baile -dijo Maca con una sonrisa,
pues había descubierto que la tensión entre ellas era más llevadera cuando
tenían algún tema de conversación-.
Maca se sentó en la silla que había
abandonado Laura.
-
¡Vaya por Dios, y yo que disfrutaba de verte contoneándote! -disparó
Esther-.
Maca se giró para mirarla con sorpresa, no
por las palabras que había empleado, sino por el tono con que había hablado. No
parecía una de sus bromas, parecía más... ¿una insinuación? ¿Acaso le estaba
tirando los tejos? La sonrisa pícara y el mirar de reojo de Esther la
desconcertó, pero también la intrigó.
-
¿Trata de ligar conmigo, “comandante”? -esta vez era Maca quien
apuntaba-.
-
jajaja... ¿acaso funcionaría? -le espetó Esther en una carcajada y
entonces la atrapó mirándola directamente a los ojos con una ceja alzada-.
-
¿Usted qué cree? -le devolvió la pelota Maca adoptando su juego sin
llegar a contestar a sus preguntas-.
-
jajaja... -Esther no contestó, simplemente se rió y se puso en pie-.
¿Bailamos? -le preguntó tendiéndole una mano-.
Las notas de la música parecieron volver a
ella de golpe y se dio cuenta de que era una canción lenta, se le hizo un nudo
en la garganta, pero no se atrevió a decir que no a aquella oportunidad de
estar junto a Esther. ¿Quien sabía cuando sería la próxima, o si la habría?
-
Bueno, si se ve capaz de resistirse a la tentación de meterme mano
“comandante”, supongo que le puedo conceder este baile -trató Maca de seguir un
tono bromista, pues aquello la ayudaba a no pensar, a no temblar-.
-
Jajaja... lo intentaré con todas mis fuerzas -le dijo Esther y le cogió
la mano para tirar de ella-.
Eva y Laura estaban pegadas como un sello a
una carta, Maca las miró un momento, preguntándose que idea de proximidad
tendría Esther sobre ellas dos, pero en seguida lo averiguó. Esther sujetó sus
manos ya enlazadas, y luego colocó la otra alrededor de su cintura.
-
¿Puedo? -le preguntó con una media sonrisa que escondía algo que Maca no
supo interpretar-
Impactada por lo que estaba ocurriendo, se
limitó a asentir sin saber muy bien a qué se refería la pregunta, y de repente
Esther cruzó dos pasos y se pegó completamente a ella. Maca tuvo que
controlarse para no temblar ante la sorpresa, pues Esther siempre se había
mostrado muy prudente en cuanto a lo que sus proximidades se refería y no se
esperaba que se atreviera a cercarla de aquel modo, sin embargo ni siquiera
había dudado. Ahora el calor que desprendía el cuerpo de Esther la abrasaba
como si fuera el suyo propio. “Respira, sólo estáis bailando” se recordó, pero
era tan extraño encontrarse en los brazos de aquella mujer, que no podía evitar
sentirse rígida.
Esther percibió la tensión que había en el
cuerpo de Maca cuando la estrechó de cerca. “Me estoy equivocando”, le susurró
su parte más racional, que estuvo a punto de apartarla de un sobresalto de Maca.
Pero la parte que la había impulsado a tramar una estrategia no la dejaba
abandonar el barco todavía. Sabía lo que quería, no había ni un ápice de duda
en ello, el cómo proceder era otra cosa bien distinta. Por más que se quisiera
dejar llevar, no podía anular del todo a aquella vocecita que le advertía de
las consecuencias. Esther se veía obligada a proteger a Maca, y no quería que
su atrevimiento ni sus propios deseos la pusieran en una situación de
incomodidad o peligro. A fin de cuentas, estaban encerradas, todo sería un gran
infierno si se lanzaba y se chocaba
contra un gran muro vacío. Sin embargo, chocarse seguía siendo lo atractivo del
asunto, así que decidió tomar la curva en lugar de la línea recta. Si la idea
de la que partía era que Maca pudiera estar sintiendo algo por ella, entonces
tendría que exprimirla hasta que se decidiera. A partir de ese momento,
trataría que Maca la deseara tanto como la deseaba ella. Sólo así sabría si
Maca sentía algo por ella, o todo era fruto de su propio deseo.
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-
¿Todo bien? -le preguntó Esther tan cerca de ella que Maca tenía miedo
de girarse a mirarla-.
-
Sí, claro -dijo Maca, ¿qué otra cosa podía decir? ¿que estaba a punto de
darle un ataque?-. ¿Por?
-
No, es que pareces un poco incómoda - Esther se separó sólo un paso y
Maca aprovechó para separarse también aliviada, pero entonces Esther cogió los
brazos de Maca y los colocó alrededor de su cuello para luego rodearla por la
cintura aproximándose nuevamente- . Más cómodo así, ¿no?
Maca no supo como reaccionar, aquella
situación le parecía tan irreal... se limitó a asentir, no sabía que más decir,
y como respuesta Esther dejó de mirarla para simplemente empezar a moverse con
ella entre sus brazos.
Maca ni siquiera podía concentrarse en sus pasos,
pues Esther había cerrado el abrazo y ella sentía un inmenso calor que no podía
aplacar. “¡Ay Dios... ay Dios...!” Exclamaba Maca para sus adentros, si no se
relajaba un poco iba a terminar montando un numerito de los suyos, y no quería.
Realmente no quería renunciar a aquella oportunidad, que la excusa del baile,
encubría. Así que respiró hondo, cerró los ojos y trató de relajarse, de dejar
que Esther la llevara. A fin de cuentas, hacía rato que no se sentía dueña de
sus propios pies.
Esther notó como la rigidez de Maca cedía, y
sonrió satisfecha. Más segura de si misma, apoyó su cabeza contra la de Maca y
a ella no pareció importarle así que continuó balanceándose con ella al son de
la música. La canción empalmó con otra igual de lenta, así que ni siquiera se
movieron. Esther podía sentir la respiración de Maca contra su propio pecho,
era como un regalo del cielo tenerla entre sus brazos. Sin poder contenerse,
sus manos acariciaron delicadamente la zona baja de su espalda, Maca pareció
tomar una bocanada de aire por el modo en que su pecho se presionó contra el
suyo, pero a aquellas alturas Esther estaba tan sumida en el deleite de tenerla
que no pudo asegurarlo con certeza. Ligeramente ladeó la cara hasta que su
nariz consiguió sumergirse, apenas un poco, en el cabello afrutado de Maca. Le
encantaba como olía, cerró los ojos para disfrutarlo ajena al efecto que aquel
roce involuntario en la oreja de Maca causaba, hasta que esta vez si la escuchó
contener la respiración. Esther abrió los ojos en el acto, creyendo estar
soñando... esta vez lo hizo a conciencia.
-
Me encanta el olor de tu champú -le susurró Esther al oído, como podía
haberle susurrado cualquier otra tontería, pues lo único que pretendía era
obtener respuestas-.
La piel de gallina que a Maca se le puso en
los brazos cuando recibió el calor de su aliento en la oreja, fue todo lo que
necesitaba para obtenerlas. Una sonrisa pícara se le dibujó en la cara. Quizá
aquello no iba a estar tan mal a fin de cuentas.
-
¿Tienes frío? -le volvió a susurrar Esther moviendo a la vez sus manos
por la cintura de Maca-. Tienes la piel de gallina.
Maca no se atrevía a mirarla, si lo hacía no
estaba muy segura de poder ocultar las turbulencias que estaba sintiendo.
-
Un poco -dijo al fin-.
Esther la abrazó con fuerza, Maca podía
sentir sus brazos firmes traspasar hasta su piel. Aquello no iba bien, estaba
mareada, dio un tras pies.
-
¿Maca? -la llamó Esther, más inquieta-.
-
Me estoy mareando -dijo Maca y era cierto, todo le daba vueltas y
empezaba a tener náuseas-.
Esther se separó de ella para mirarla, no
tenía buena cara. Le cogió de las manos, estaba sudando.
-
Ven, vamos a sentarnos -le dijo Esther y la guió hasta la silla-.
-
¿Qué le pasa? -preguntó Eva-.
-
Parece que se ha mareado -le contestó Esther ya sentando a Maca-.
-
No me extraña -susurró por lo bajo Eva para que sólo Laura la oyera-.
-
Shh... no seas mala... -la regañó Laura-. Anda ve a ver...
-
Pero si lo que tiene es un calentón de un par de narices... si no fuera
tan terca... -repuso Eva por lo bajo-.
-
Anda ve -insistió Laura-.
Y Eva se aproximó hasta ellas.
-
¿Qué te pasa? -le preguntó a Maca-.
-
Me he mareado, eso es todo... -dijo Maca que se sujetaba la cabeza con
las manos-.
- Toma, un poco de agua -le
tendió un vaso Esther-.
Maca lo cogió sin mirarla, no se atrevía. Apuró
el vaso casi de un trago, se sentía la garganta como un estropajo.
-
Gracias...
-
¿Mejor? -preguntó Eva que le acariciaba la espalda-.
-
Sí, mejor -admitió Maca para escapar de la atención que había volcado
entorno a ella-. Pero creo que será mejor que me acueste.
-
¿Ya? -Eva se resistía a dejar zanjado aquel encuentro a aquellas alturas
del partido. Estaba convencida de que conseguiría unirlas aquella misma noche-.
-
Sí, no me encuentro muy bien -le dijo Maca, y se giró para que sólo ella
la viera. La mirada de advertencia que Eva vio en sus ojos la dejó perpleja-.
¿Me acompañas?
-
Mejor que te acompañe Es..... auhhhh -Maca aprovechó que Esther estaba
dejando el vaso en la mesa para darle un pisotón a Eva-. Essssstooo... claro
que sí, por supuesto, te acompaño.
-
Gracias -le dijo con retintín Maca y se puso de pie para encontrarse de
pronto frente al rostro de Esther-. Gracias por el baile, no sabía que se movía
tan bien “comandante”.
-
Supongo que soy una caja de sorpresas, ¿seguro qué estás bien? -no quiso
desviarse del tema Esther, en su rostro Maca vio preocupación-.
-
Sí, es sólo que he bebido algo más de la cuenta. Mañana amaneceré como
una rosa, seguro - trató de tranquilizarla Maca con una de sus sonrisas-.
-
Está bien -aceptó Esther-.
-
Buenas noche Laura -gritó Maca-... buenas noches Esther.
Y Justo cuando creía que todo había
terminado, Esther dio un paso y la besó en la cara.
-
Buenas noches, que descanses -le dijo tras separarse de ella-.
Maca se quedó aturdida, Eva sonrió a su lado
escondiéndose de la mirada de Esther, al final fue Eva la que tuvo que tirar de
Maca para conseguir que se moviera del sitio.
Ya dentro de la casa, Eva no pudo contenerse
más.
-
No me puedo creer que hayas fingido marearte sólo para zafarte de ella
-le dijo indignada-.
-
No ha sido así, me he mareado. Sólo que luego, lo he aprovechado -dijo
Maca encogiéndose de hombros, no iba a explicarle a Eva lo que sentía-.
-
Ya, ya.... ¡si te mueres de ganas! -le espetó Eva refunfuñada, no
entendía como Maca era tan burra... con lo fácil que sería dejarse llevar -.
-
Bueno, tú déjame a mí con mis ganas, que con lo que tengo ya, tengo
bastante, ¿eh? -se defendió Maca con tono más enérgico-.
-
Eres una tonta -le dijo Eva recostándose en el marco de la puerta del
dormitorio de Maca-. Te vas a arrepentir del tiempo que estás perdiendo, ¿lo
sabes, no?
Maca no contestó, se limitó a entrar en la
habitación y cerrarle la puerta en las narices a Eva. ¿Acaso no tenía bastante
con lo que ya tenía? ¡Estaba ardiendo, por Dios! ¿Es que no se daba cuenta que
aquello ya era suficiente castigo? No necesitaba a nadie que se lo recordara. Completamente
alterada, Maca empezó a quitarse la ropa. Aquello no podía suceder.
Aquí vamos a arder más de una o_O
ResponderEliminarSí, me parece que el extintor nos va a hacer falta de un momento a otro...jeje
Eliminar;-)