“DIBUJADA EN MI MENTE" (TOMO 2)
(Fanfic escrito para el foro Maca y Esther –Hospital Central-, por Sageleah)
DESCRIPCIÓN:
Una estudiante de bellas artes con gran talento y una inocencia casi mágica, se adentrará en la edad adulta hipnotizada por una estudiante de medicina mayor que ella y un abismo de vivencias que las separan. Juntas descubrirán los claros-oscuros que la pasión y el amor encierran, en un relato donde el crecimiento personal y la lucha por ser uno mismo, combate con el equilibrio de forjar una unión entre dos mujeres, sus anhelos y sus miedos.
75
Amsterdam.
Esther: “Tan suave, tan ligero, tan
puro… mmm… ¡no, no te vayas, quédate!…
despacio, conmigo… ahhh!!... la humedad… tu sabor, tu calor… respirar”
-
Maca…
Alex abrió los
ojos de golpe, agitada, sobresaltada, temblorosa… aquel nombre en los labios de
Esther rompió el beso que las unía. Salió corriendo intentando no hacer ruido, huyendo
lejos de aquella locura que acababa de cometer. Sin mirar atrás entró en su
cuarto y al cerrar la puerta se dejó caer al suelo.
-
¡Madre mía… madre mía! –se decía Alex mientras
se tapaba la boca con las manos. Esa boca aún caliente y deformada por haber
estado besando a alguien que no le pertenecía… a alguien indefenso,
inconsciente ante aquel hecho. “Dios mío, es como haberla violado”, pensó
temblando-. ¡Dios mío! ¿Qué he hecho?
---
Esther entre
abrió los ojos, aturdida. Aún sentía la agitación en su pecho y se lamentó al
comprobar que sólo había sido un sueño. Seguía allí, en aquella habitación que
no era la suya… seguía allí, sola, sin Maca. Suspiró por su añoranza, y tardó
en calmar su agitado corazón. Había sido tan real… los labios carnosos, el
calor, la humedad y el roce de sus lenguas, juntas… cuánto deseaba enredarse en
sus besos. Tranquilamente cerró sus ojos y se giró en la cama para encontrar la
postura. Con un poco de suerte, volvería a retomar aquel maravilloso y vívido
sueño, donde se besaban.
Madrid.
Tras terminar la
guardia Maca regresó a casa. Eran las 7.30 de la mañana y Verónica dormía en la
cama. Barajó la posibilidad de tumbarse a su lado como siempre, pero tenía
miedo de despertarla. Encarna le había dicho que lo había pasado mal ese día
con la radioterapia, y prefirió que descansara. Se tumbó en el sofá y cerró los
ojos sólo un rato. Sus pensamientos tardaron en calmarse después de las
operaciones a las que había asistido aquella noche, pero centró su recuerdo en
la imagen de Esther y poco a poco el milagro fue sucediendo. La calma, se
acompañó de una suave respiración, y el sopor fue apareciendo sin apenas darse
cuenta. Su voz, su aroma, su piel, la fueron acunando involuntariamente como si
de magia se tratara. Maca no se dio cuenta de que se había dormido hasta que el
olor a tostadas despertó el rugido de sus tripas.
-
¿Qué hora es? –preguntó apareciendo en la
cocina-.
-
¡Ahhh! ¡Por Dios! ¡Qué susto me has dado!
–Verónica se había sobresaltado al no esperarla-.
-
Lo siento… ¿qué hora es? –volvió a preguntar
Maca aún destrozada por el sueño-.
-
Son las 10.30… ¿por qué te has quedado en el
sofá? –le preguntó Verónica, no le gustaba que hiciera aquellas cosas, ya
bastante duro era saberse la invitada como para encima cargar con que Maca
durmiera incómoda por su culpa-.
-
No quería despertarte, necesitas reponer fuerzas
–le dijo Maca sentándose en una silla-.
-
Ya, ¿y tú no? –le dijo Verónica levantando una
ceja-.
-
Yo también… estoy destrozada, pero tengo hambre
–confesó Maca-.
Verónica se
acercó a ella y la abrazó por la espalda mientras depositaba un beso en su
coronilla.
-
Eso lo arreglo yo ahora mismo –le dijo con
cariño- ¿Café o cortado?
-
Cortado… ya no sé cuántos cafés solos he tomado
para estar despierta –Maca agradeció el calor corporal de alguien a aquellas
alturas-.
-
Cortado descafeinado pues… marchando
Y preparó la
bebida caliente mientras las tostadas terminaban de hacerse. Sin mucho diálogo
las dos desayunaron, y luego Verónica la empujó para que se fuera a la cama.
Verla plácidamente dormida, era una de las cosas que a Verónica siempre le
habían gustado. Se le veía tan, tan… tranquila y vulnerable. En cambio a ella
siempre le costaba conciliar el sueño. La dejó descansar y salió a hacer la
compra pensando por el camino lo mucho que su relación había cambiado, y lo
gratificante que era poder cuidar la una de la otra.
----
Amsterdam.
-
¡Buenos días a tutti il mondo! –saludó Esther
con una amplia sonrisa cuando entró en la cocina-.
Kate se contagió
de su buen humor casi al instante.
-
Buenos días, ¿qué sonriente estamos hoy no? –se
complació de verla animada Kate-.
-
Sí, estoy feliz. Creo que he recargado pilas,
estoy positiva –hizo Esther toda una declaración de buen rollo-.
-
jajaja… vaya, eso sí que es levantarse con buen
pie, si señorita –se rió Kate, le fascinaba su vitalidad-. Bueno, yo
sintiéndolo mucho, me tengo que ir… ya me contarás luego a qué se debe tu buen
humor –Kate le dio un beso tras pasar por su lado-. Nos vemos en la comida…
Alex, no te olvides de pasar por el claustro.
-
No, no… tranquila, allí nos vemos –le aseguró
Alex, y volvió a hundir su mirada en la taza de cereales-.
Esther se
despidió de Kate mencionándole cuatro cosas, y luego empezó a prepararse también
su bol con leche caliente. Cuando se sentó a la mesa, se dio cuenta de que Alex
no había soltado ni una sola palabra, estaba rara.
-
¿Te pasa algo? –le preguntó Esther tranquilamente-.
-
¿A mí? ¡No, nada! ¿Por qué? –Alex se dio cuenta
de lo raro que había sonado. “Mierdaaa”, pensó-.
Esther se le
quedó mirando con una ceja alzada… “¿qué mosca le ha picado esta mañana?”, se
preguntó.
-
¿Y a ti?, ¿a que es debido ese buen humor de tan
temprano? Llevabas una semana en modo off al levantarte –desvió la atención
Alex, y esta vez se atrevió a mirarla de frente y sonreír pese a sus nervios-.
-
jaja… Ya, la verdad es que he estado algo
gruñona, pero no sé… me he levantado como nueva, feliz… igual es porque soñé
con Maca anoche –la sonrisa no se le borraba del rostro, y empezó a devorar su
desayuno ajena a todo-.
A Alex sin embargo, se le detuvo el bocado en mitad de la garganta.
-
Ah, soñaste con Maca… -pronunció como en una
letanía-.
-
Sí, soñé con ella… que nos besábamos… ya ves tú
qué tontería, pero fue tan real, que aún tengo la impresión de tener su sabor
en mi boca… jajaja… ¡Estoy loca!, ¿no? –Esther estaba con la sonrisa floja, y
se avergonzó un poco de sus propias palabras, pero era cierto-.
-
Quizá un poco… -quiso bromear Alex, pero las
entrañas se le retorcieron dejándole una mueca en la cara, volvió a su cuchara
y sus cereales, incapaz de seguir fingiendo-.
“Maldita sea…. maldita sea…”, se repetía una y otra vez. Ella también
tenía el sabor de aquellos labios impregnando los suyos. El beso había sido
real. “Diosss… y tan real”. Alex había empezado por una aproximación suave y
temerosa, y cuando quiso darse cuenta, Esther abrió su boca, atrapó sus labios,
y ella ya no pudo abandonar los suyos… en apenas unos segundos, sus lenguas se
rozaron, sólo unas caricias, hasta volverse a alejar cuando de los labios de
Esther salió el suspiro que mencionaba a su novia, rompiendo el corazón de Alex
en mil pedazos.
-
¿seguro que estás bien? –volvió a preguntarle
Esther viendo que el silencio volvía a dominarla. No parecía tener muy buena
cara ahora que la miraba atentamente-.
-
Quizá me esté resfriando, no se… no tengo muchas
ganas de nada hoy –Alex no podía permanecer más tiempo allí, a solas con ella.
Se incorporó y dio por terminado el desayuno, de todas formas no tenía hambre-.
Para su
consternación, Esther se puso en pie y la cogió de la mano. Alex se sobresaltó
porque no se la esperaba.
-
Uy, tú no estás bien, eh… tranquila, que soy yo
–le dijo Esther ya preocupada-.
-
Lo siento… -se disculpó Alex por su sobresalto
desmesurado-.
-
Anda siéntate –le pidió Esther-.
-
Es que me tengo que ir Esther… -Alex se resistía
a estar más tiempo allí, estaba inquieta-.
-
Será sólo un momento… anda siéntate, por favor –le
volvió a pedir Esther con dulzura y mirándola a los ojos-.
Alex se quedó
clavada en la silla bajo su mirada, su rostro, sus ojos, su boca… estaban tan
cerca y ella tenía un recuerdo tan reciente de cómo era rozar su nariz, sus
labios… el corazón se le disparó y empezó a respirar agitada. Esther la
observó, le puso sus manos en las mejillas… Alex ardía y empezó a preocuparse
seriamente. Puso su muñeca desnuda sobre su frente, no parecía tener fiebre,
pero…
-
Te voy a tomar la temperatura, no parece que tengas
fiebre pero es mejor que nos aseguremos –le dijo Esther rebuscando ya en el
cajón de los medicamentos-. No me extrañaría nada que al final te hubieras
resfriado por mi culpa, más te hubiera valido declararme en cuarentena como
hizo Kate y dejarme aislada en el cuarto… jajaja… -quiso hacerla sonreír
Esther, pues no estaba acostumbrada a verla así, tan seria-.
Alex no dijo
nada. Se sentía tan mal por lo de anoche, jamás hubiera pensado que sería capaz
de robarle un beso así a Esther, jamás… y sin embargo, todo su cuerpo le pedía
a gritos repetirlo, una y otra, y otra vez. Era de locos. Esther la volvía
loca, y no sabía qué hacer… cómo resistirse a aquella maravillosa tentación de
estar cerca de ella sin sucumbir.
-
Póntelo bajo el brazo –le tendió el termómetro
Esther-.
Pero Alex la
miró aturdida, absorta como estaba en su duelo interno.
-
Espera… yo te lo pongo… así, ya está –le colocó
el termómetro Esther abriendo la camisa que llevaba Alex-. ¡Qué chulo el
sujetador! ¿dónde te lo compraste?
Alex se encendió
como una antorcha tras sus palabras. Miró hacia abajo y vio su escote a la
vista, saberse bajo la mirada de Esther la descolocó totalmente.
-
ah… no… no lo recuerdo. Creo que en el Corte Inglés
–trató de hacer un esfuerzo Alex por centrarse-.
-
Pues me encanta, me tienes que decir de qué
marca es, aunque la verdad es que yo no tengo un pecho tan generoso como el
tuyo, no creo que me quedara ni la mitad de bien –Esther arrugó la nariz,
siempre le habían parecido pequeños sus pechos-. Tengo una birria de tetas…
jaja…
-
Las tienes perfectas –señaló Alex tan rápido y
tan rotundamente que a Esther se le cortó la risa de golpe-.
Ambas quedaron
mirándose, y un momento extraño y tenso se instauró entre las dos. Esther no
pudo definir lo que sintió en aquel instante.
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